En diciembre de 1928, por iniciativa del conocido poeta extremeño,
Enrique Real Magdaleno, junto con un grupo de amantes de Extremadura residentes
en Sevilla, comenzaron a trabajar por erigir en Sevilla un monumento al pintor
extremeño Francisco de Zurbarán (1598-1664), que durante un tiempo tuvo su
taller en Sevilla. Querían aprovechar el pronto comienzo de la Exposición
Iberoamericana de Sevilla, que habría de celebrarse entre mayo de 1929 y junio
de 1930.
Enrique Real Magdaleno, nacido en Alconera y casado en
Fregenal de la Sierra, por entonces era catedrático de Teneduría de libros y
Contabilidad de empresas en la Escuela de Comercio de Sevilla. Fue uno de los fundadores
de la Casa de Extremadura en Sevilla (1926), y entre otras iniciativas, ya había
realizado una exposición de pintura regional extremeña en el Palacio de Bellas
Artes de la plaza de América de la capital hispalense (1927), donde destacaron
Adelardo Covarsí y Eugenio Hermoso. También organizó viajes a los lugares de
los retiros sevillanos de Arias Montano o Hernán Cortés. Fue precisamente el 2
de diciembre de 1928, aniversario de la muerte del conquistador de Medellín, durante
el discurso de rememoración en la casa de Castilleja de la Cuesta, donde
falleció, cuando Real Magdaleno anunció públicamente que el artista extremeño
Pedro Navia se había brindado a ejecutar gratuitamente una estatua de Zurbarán,
para que su gloria y su figura se perpetuasen en Sevilla, solicitando el apoyo
de Sevilla, Fuente de Cantos, Llerena y Madrid, lugares a los que estuvo ligado
el pintor.
Poco
después, Real Magdaleno sería nombrado Delegado Regional en Sevilla del Comité
extremeño de la Exposición Iberoamericana de 1929, siendo él, el que propuso la
exposición de libros extremeños en el Pabellón de Extremadura.
Los
trabajos de construcción del pabellón de Extremadura estaban muy adelantados en
febrero de 1929. Urgía que se iniciara la suscripción pública para atender la
erección de la estatua de Zurbarán ideada por Real Magdaleno, por lo que se invitó
a las autoridades de la provincia de Badajoz a que encabezaran ésta. El pintor Adelardo
Covarsí, en representación del comité local que interviene en el Certamen
Iberoamericano, se ocupó de este asunto en la última sesión celebrada en el
Gobierno civil de Badajoz.
El
presidente de la Diputación Provincial de Badajoz, Sebastián García Guerrero,
acepta la presidencia de honor de la misión de erigir la estatua.
El
alcalde se Sevilla recibe a una comisión del Ateneo y de la colonia de
Extremadura para darle cuenta del propósito de la estatua y solicitan su apoyo,
prometiendo que se interesaría por el asunto con sus compañeros de la
corporación.
A
pesar de la incansable labor del grupo encabezado por Real Magdaleno, y de la
buena acogida de la iniciativa, se encontraron los problemas habituales de que
el dinero que se va consiguiendo, siempre es en cantidad inferior al que se
necesita. La idea fue patrocinada en Sevilla por el Ateneo y Sociedad de
Excursiones, siendo secundada por la colonia extremeña y por escritores y
artistas renombrados de Sevilla.
Desde
Madrid, colabora desde la prensa el cronista de Extremadura José Cascales Muñoz,
historiador, escritor, periodista y sociólogo español de la Generación del 98,
que había escrito su libro “Francisco de
Zurbarán. Su época su vida y sus obras” (1911) y que gracias a esta
iniciativa, lo reeditará en una edición de lujo (1931) aprovechando la
inauguración de la estatua, donde incluirá los fotograbados de la edición
inglesa de 1918.
Dentro de la Semana de Extremadura de la Exposición
sevillana, se celebró el 12 de mayo de 1930 en el Teatro de la Exposición,
actual Lope de Vega, un exitoso concierto de la Masa Coral de Cáceres, que
sirvió para recaudar fondos para la estatua de Zurbarán y para la Asociación
Sevillana de Caridad.
Para conseguir volver a dar un impulso a la financiación
del proyecto, en julio de 1930 escribe Real Magdaleno a los periódicos de
Badajoz para intentar abrir una suscripción en la provincia para poder completar
los fondos necesarios. Finalmente se encarga al escultor, también extremeño,
Aurelio Cabrera, el boceto de la obra.
Aurelio
Cabrera Gallardo nació en Alburquerque en el año 1870, viniendo muy joven a
Badajoz, en donde hizo sus primeros estudios en la Escuela Municipal de Artes y
Oficios. Ya entonces se significó por sus trabajos de talla, que exhibió en la
Exposición regional extremeña de 1892, motivando que el conde de la Torre del
Fresno protegiera al joven escultor, que pasó a Madrid, en donde le costeó su
estancia y estudios aquel generoso prócer. En la capital de España bien pronto
descolló, concurriendo a las Exposiciones nacionales de Bellas Artes, que por
entonces se celebraron en Madrid, obteniendo en ellas dos terceras medallas por
sus estatuas “Fecial” y “San Sebastián”, y una propuesta para la cruz de
Alfonso XII por su obra “Cabeza de estudio”, magnífica escultura que en bronce está
en el Museo provincial de Bellas Artes de Badajoz. Tuvo renombrados triunfos en
las Exposiciones nacionales de 1904 y 1906, por sus trabajos “La Ciencia” y “A
una poetisa”, relieves ambos. Junto con otros escultores de renombre modeló
algunas figuras para el “Monumento a las víctimas de las fuerzas coloniales”,
que está emplazado en el parque Oeste de Madrid. Luciendo allí, entre otras
figuras, su estatua de “Vasco Núñez de Balboa”. Alcanza un gran éxito con su
“Prometeo moderno”. También realiza “La cuesta de la vida”, el proyecto de
monumento a Espronceda, “El Brocense”, “La reja y la espada”, “Hernán Cortés”…
Aurelio
Cabrera obtiene por oposición en 1906 la cátedra de Talla y carpintería
artística de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Toledo, en donde acabó
siendo director. Perteneció a las Academias de Bellas Artes y Ciencias
Históricas, y movido por su pasión por la arqueología, abandonó por algún
tiempo su arte para dedicarse por completo a aquellos estudios, realizando
interesantes descubrimientos. En su pueblo natal, Alburquerque, descubrió
dólmenes, túmulos, restos de caseríos prehistóricos, romanos y visigodos,
además de pinturas rupestres.
Adelardo
Covarsí habló con Cabrera, sugiriéndole que se utilizara el mismo molde para
obtener un duplicado de la que se iba a modelar para Sevilla para Badajoz.
Cabrera, al conocer el deseo, accedió generosamente, renunciando a cualquier
derecho remunerador sobre la obra y autorizando a que se fundiera la estatua de
Zurbarán para Badajoz. El coste sería de tan sólo 5.000 pesetas. Otra de las
personalidades que más eficazmente intervino fue Narciso Vázquez Lemus. El
Ayuntamiento de Badajoz acordará conceder 2.000 pesetas para el monumento a
Zurbarán de Badajoz, que con las 3.000 pesetas acordadas por la Diputación
Provincial de Badajoz asegura ejecución.
En noviembre de 1930 se vuelve a insistir en la prensa
nacional en la difusión del proyecto de la estatua de Sevilla, que estaba ya
modelada por Aurelio Cabrera, y a punto de enviarla a Madrid a la fundición del
Sr. Codina. Entre los numerosos donativos recibidos hasta ese momento,
figuraban 500 pesetas del Ayuntamiento de Badajoz, 150 del de Puebla del
Maestre y 100 del de Zafra, 133 pesetas del Pabellón de Extremadura, 125 del
Ateneo Hispalense, 100 del Centro Mercantil de Sevilla o 100 de la Unión
Gremial de Sevilla. Se solicita al Ayuntamiento de Sevilla la autorización para
que sea erigida la estatua en el Parque de María Luisa, frente al pabellón
extremeño de la Exposición Iberoamericana.
En diciembre de 1930 se instaló en el salón de actos de
la Asociación de la Prensa de Badajoz el boceto de la estatua de Zurbarán. Con
la paleta y pincel en las manos y la espada al cinto, aparece Zurbarán en
actitud contemplativa como si mirara alguno de sus famosos cuadros,
encontrándonos con que, a pesar de su realismo, la fluidez de líneas y
contextura de la masa forman una verdadera obra de arte de gran naturalidad,
libre de todo amaneramiento y de gran plenitud de estilo, resultando una
verdadera obra de vanguardia que hacía recordar las más famosas del célebre
escultor Auguste Rodín (en su segunda época) ya que este boceto, más que
modelado, se adivinaba sacado de bloques de yeso por medio de gubias y
formones.
Las obras comienzan en enero de 1931 en el Parque de
María Luisa, aunque aún no se había completado la cantidad necesaria para su
financiación. La Asociación de Magisterio de Sevilla abre una suscripción en
las escuelas públicas.
No se terminaba de conseguir el dinero necesario, lo que
hizo que surgieran voces para que se simplificara el proyecto de pedestal de la
obra. Las peticiones de financiación se sucederán a lo largo de 1931, y en
noviembre se solicita al Ayuntamiento de Sevilla que coopere en la instalación
de la estatua, facilitando obreros etc…
Por
fin se dispone que la inauguración sea el domingo 29 de mayo de 1932.
Como estaba previsto, se hace entrega de la estatua al
Ayuntamiento de Sevilla en el día previsto de la escultura de Zurbarán en el
parque de María Luisa, en su entrada, frente al pabellón de Extremadura en la
Exposición Iberoamericana.
El señor Real Magdaleno pronuncia unas breves palabras de
salutación y de agradecimiento para el autor, y para las personas de
Extremadura y Sevilla que le habían ayudado. A continuación habló el señor
Contreras, de la Comisión, leyendo unas cuartillas sobre la vida del Pintor.
Después interviene el presidente de la Comisión gestora del monumento, el
abogado sevillano Manuel Blasco Garzón, con un discurso sobre la gran corriente
de amistad y de cultura que existió siempre entre Extremadura y Andalucía. El concejal
sevillano Pazos, en representación del Ayuntamiento de Sevilla, expresó su
gratitud por la nueva obra de arte que el pueblo de Sevilla recibía orgulloso,
del admirado pintor que gran parte de Sevilla lo creía sevillano. Dedicó un
elogio a Extremadura, considerándose espiritualmente un extremeño más. Los
protagonistas recibieron multitud de aplausos y felicitaciones.
Con
respecto a cómo se hizo la escultura, Aurelio Cabrera creía que el empleo del
barro era un atraso, decide modelar la estatua directamente en yeso, formando
la armadura u osamenta interior, con hierros suficientemente gruesos en las
piernas, los cuales debían de soportar todo el peso de los más delgados tronco,
brazos y cabeza, recubiertos de una alambrera, sobre la que fue adaptando la
correspondiente escayola, hasta dejar terminado como quedó para la fundición el
modelo de estatua tal y como se ve reproducido en bronce en Sevilla, Badajoz y
Fuente de Cantos.
En
cuanto a la forma de representar la imagen del pintor, Cabrera procuró armonizar
el pasado con el presente, uniendo la forma real del personaje como se lo
imaginaba con el concepto ideal que por sus méritos tenía. De su propia obra
dedujo los principales rasgos que caracterizaban la representación corpórea de
su imagen, sirviéndose para ello de la biografía de José Cascales Muñoz, que se
acababa de reeditar.
Así
es que para las facciones de su rostro se basó en las líneas y proporciones de
frente, al retrato de un obispo joven, que estuvo expuesto en la Exposición de
Sevilla, en la cual la crítica veía sin duda el fiel autorretrato de Zurbarán,
y para su perfil, el que caracteriza en uno de los personajes que aparecen
detrás de la figura del emperador Carlos V en su cuadro de la “Apoteosis de
Santo Tomás de Aquino”, tenido también como autorretrato del autor.
Cabrera
intenta impregnar la escultura de naturalidad y sencillez, dos cualidades que
supone inherentes a los extremeños; acción y estabilidad en la posición del que
trabaja de veras; austeridad móvil; ponderación sobria en las masas, para que
el peso de la visión tranquila de la forma del pedestal a la de la estatua.
El
pedestal de la estatua de Sevilla está sentado sobre un basamento rectangular,
se alza luego un conjunto sencillo sobre un casquete esférico, y sobre éste un
zócalo decorado con una gran corona de laurel estilizado; en el centro, dentro
de otra corona de hojas de encina, una concha, y sobre ésta, la fecha de su
bautismo y no la de su nacimiento, porque se desconoce.
En el frente opuesto,
la de su muerte, sobre una cruz y con interrogantes porque se ignoraba también
la fecha en que murió.
Y en los costados, la de su salida del pueblo en uno y
la de su entrada en Sevilla en el otro.
En el frente del neto o alzado del
pedestal, va un bajo relieve reproduciendo un cuadro del “Milagro de Casilda”.Según la leyenda, Santa Casilda (†c.1050) era
hija de un rey musulmán de Toledo, que practicando la caridad cristiana,
llevaba alimentos a los prisioneros cristianos de su padre; descubierta, los
alimentos que ocultaba entre sus ropas se convirtieron en rosas. Ella fue
martirizada y elevada a los altares.
En los tres restantes frentes, también en bajorrelieve, la puerta de la Macarena por
Sevilla, la torre de Espantaperros por Badajoz y el escudo de Fuente de Cantos
por donde nació.
Después, un friso con una cabecita de serafín representando el
fervor religioso, y a derecha e izquierda, alternan flores estilizadas de
pensamientos y siemprevivas, simbolizando el corazón y el cerebro.
Una sencilla
moldura corona la totalidad del conjunto y sobre éste se asienta el plinto de
la estatua, en cuyo frente se lee: “Zurbarán”.
Posteriormente,
como ocurre en demasiadas ocasiones, a las estatuas les da por ir recorriendo
diferentes puntos de las ciudades que habita, y ahora anda por la plaza de Pilatos
de Sevilla.
Dejaremos para una segunda parte el continuar de la historia de su estatua hermana de Badajoz...