Vamos en esta ocasión a visitar con José López Prudencio una de las obras de remodelación de la plaza de San Juan, visita que quedó plasmada en su artículo “Los mudos vestigios” recogida en su libro Relieves antiguos (Arqueros, Badajoz, 1925)
“Los periódicos plañen con angustia por la desaparición de los jardines. Los cronistas locales, añoran, lacrimosos, las noches –¡oh! Noches venturosas de ensueño y de quimera, dicen transportados- pasadas deambulando por aquellos viales, sentados entre el fresco follaje, aspirando aromas fragantes y disfrutando clarores de luna y fulgores de ojos bellos y enamorados. Todo va a desaparecer para siempre. ¿No está justificado que estos sentimentales cronistas lloren desolados como el profeta de los trenos ante las soledad de Sión?”
Las proyectadas obras de pavimentación del campo de San Juan donde van a hacer desaparecer los jardines que nos habla López Prudencio, comenzaron a realizarse en enero de 1919 con arreglo al plano e instrucciones del arquitecto municipal Rodolfo Martínez.
"Mientras estos dulces lamentos llenan los aires, el azadón prosigue impasible su tarea devastadora. Desaparecen los rosales olorosos, las palmeras ondulantes, los plátanos enhiestos, las fuentes murmuradoras. ¿Habrá dolor como este dolor nuestro?-exclaman los cronistas recordando al profeta-. Pero el pico demoledor, sin inmutarse, prosigue su labor; y después de aventar los nidos de estos dulces recuerdos comienza a exhumar –enigmáticos, misteriosos- vestigios de sucesos cuyas evocaciones, cuyas añoranzas, ha desvanecido por completo el soplo suave y letal de los años. Un día aparece la caja de un fusil de chispa; otro surge un casco de granada; más tarde asoma su risa macabra una calavera…"
En las excavaciones de entre 40 a 50 cm de profundidad que se llevaron a cabo para dicha pavimentación, se encontró un antiguo fusil de chispa y una bayoneta, al parecer, de granaderos franceses, armas que fueron enviadas a la Comisión Provincial de Monumentos. También se encontraron restos humanos en gran cantidad que fueron trasladados al osario del cementerio.
El piso de la plaza ya había sido rebajado anteriormente en metro y medio, quedando por dicho motivo a una altura exagerada el llamado “martillo de la agonía”, situado en la fachada de la catedral y que servía para llamar a dicho templo cuando se precisaban auxilios espirituales para algún enfermo en horas nocturnas.
"¿Cómo habíamos de sospechar, en las noches de ensueño que lloran nuestros cronistas, los trágicos misterios que yacían bajo nuestros pies? Nada tan intrigante como este hermético silencio de los vestigios.
¿De quién sería este fusil? ¿Qué día aciago caería de las manos de su dueño y quedó abandonado en esta plaza, que ante estos indicios la imaginamos, en aquellos momentos, convertida en campo de Agramante? ¿De quién será este cráneo? Cuando estaba sobre sus hombros, hace noventa años, acaso menos, ¿no pasearía triunfante su dueño por esta plaza, quizá imaginando o llorando alguna reforma como la que ahora presenciamos? ¿Como era entonces esta plaza?
Es muy desconsolador este impenetrable mutismo de las ruinas. Cuando desaparezca esta generación, ¿quién volverá a acordarse de los bellos jardines que tan dolorosamente lloran nuestros cronistas? Algún curioso que lea las colecciones de nuestros periódicos, ¿no sonreirá, un poco escéptico, ante el dolor de nuestros poetas? -¿Qué jardines –exclamará- serían estos? ¿A que llamarían jardines estos candorosos abuelos? Y ¿cómo sería entonces esta plaza? ¡Ha tenido tantas reformas!"
López Prudencio nos sigue narrando que, hojeando viejos periódicos, leyó lo que pudo ser el origen de la idea de urbanizar por primera vez la plaza. Fue en julio de 1833 cuando se ofreció el arquitecto José García Otero, que dirigía, por aquel entonces, una de las numerosas reformas que ha sufrido el puente de Palmas, realizar un proyecto de paseo en la por entonces llamada plaza del Rey. La plaza antes de su urbanización tenía grandes desniveles con el empedrado de su pavimento en mal estado. Antes de dos meses el paseo estaba hecho.
"¿Cómo era aquel paseo?¡Es desesperante este silencio de las ruinas! Desapareció como han desaparecido los jardines, los árboles, que conocimos y disfrutamos nosotros, como desaparecerán estas preciosidades que ahora se han tendido sobre la devastación de lo que pasó."
Poco después en 1840 el paseo de 1833 fue rehecho. Estaba enlosado y tenía bancos de mampostería alrededor y grandes árboles; fue construido siendo alcalde D. José María Albarrán.
En el Diccionario geográfico de Madoz que ya comentamos, obra que se publicó entre 1846 y 1850, se dice que últimamente habían construido “un bonito salón de paseo paralelo a su lado mayor de Norte a Sur con árboles y asientos, todo con mucho gusto y comodidad, y es el punto de reunión más notable de la ciudad”.
Posteriormente otro alcalde, D. Tomás Vacas García, mandó construir en el año 1880 una nueva plaza con jardines a la inglesa y fuentes de hierro, cerrado todo por una sencilla verja, con algún puesto de agua con arreglo a un modelo que imponía el municipio, que propició en las ardorosas noches de verano la formación de numerosas y amenas tertulias que se prolongaban hasta hora muy avanzada.
“Los periódicos plañen con angustia por la desaparición de los jardines. Los cronistas locales, añoran, lacrimosos, las noches –¡oh! Noches venturosas de ensueño y de quimera, dicen transportados- pasadas deambulando por aquellos viales, sentados entre el fresco follaje, aspirando aromas fragantes y disfrutando clarores de luna y fulgores de ojos bellos y enamorados. Todo va a desaparecer para siempre. ¿No está justificado que estos sentimentales cronistas lloren desolados como el profeta de los trenos ante las soledad de Sión?”
Las proyectadas obras de pavimentación del campo de San Juan donde van a hacer desaparecer los jardines que nos habla López Prudencio, comenzaron a realizarse en enero de 1919 con arreglo al plano e instrucciones del arquitecto municipal Rodolfo Martínez.
"Mientras estos dulces lamentos llenan los aires, el azadón prosigue impasible su tarea devastadora. Desaparecen los rosales olorosos, las palmeras ondulantes, los plátanos enhiestos, las fuentes murmuradoras. ¿Habrá dolor como este dolor nuestro?-exclaman los cronistas recordando al profeta-. Pero el pico demoledor, sin inmutarse, prosigue su labor; y después de aventar los nidos de estos dulces recuerdos comienza a exhumar –enigmáticos, misteriosos- vestigios de sucesos cuyas evocaciones, cuyas añoranzas, ha desvanecido por completo el soplo suave y letal de los años. Un día aparece la caja de un fusil de chispa; otro surge un casco de granada; más tarde asoma su risa macabra una calavera…"
En las excavaciones de entre 40 a 50 cm de profundidad que se llevaron a cabo para dicha pavimentación, se encontró un antiguo fusil de chispa y una bayoneta, al parecer, de granaderos franceses, armas que fueron enviadas a la Comisión Provincial de Monumentos. También se encontraron restos humanos en gran cantidad que fueron trasladados al osario del cementerio.
El piso de la plaza ya había sido rebajado anteriormente en metro y medio, quedando por dicho motivo a una altura exagerada el llamado “martillo de la agonía”, situado en la fachada de la catedral y que servía para llamar a dicho templo cuando se precisaban auxilios espirituales para algún enfermo en horas nocturnas.
"¿Cómo habíamos de sospechar, en las noches de ensueño que lloran nuestros cronistas, los trágicos misterios que yacían bajo nuestros pies? Nada tan intrigante como este hermético silencio de los vestigios.
¿De quién sería este fusil? ¿Qué día aciago caería de las manos de su dueño y quedó abandonado en esta plaza, que ante estos indicios la imaginamos, en aquellos momentos, convertida en campo de Agramante? ¿De quién será este cráneo? Cuando estaba sobre sus hombros, hace noventa años, acaso menos, ¿no pasearía triunfante su dueño por esta plaza, quizá imaginando o llorando alguna reforma como la que ahora presenciamos? ¿Como era entonces esta plaza?
Es muy desconsolador este impenetrable mutismo de las ruinas. Cuando desaparezca esta generación, ¿quién volverá a acordarse de los bellos jardines que tan dolorosamente lloran nuestros cronistas? Algún curioso que lea las colecciones de nuestros periódicos, ¿no sonreirá, un poco escéptico, ante el dolor de nuestros poetas? -¿Qué jardines –exclamará- serían estos? ¿A que llamarían jardines estos candorosos abuelos? Y ¿cómo sería entonces esta plaza? ¡Ha tenido tantas reformas!"
López Prudencio nos sigue narrando que, hojeando viejos periódicos, leyó lo que pudo ser el origen de la idea de urbanizar por primera vez la plaza. Fue en julio de 1833 cuando se ofreció el arquitecto José García Otero, que dirigía, por aquel entonces, una de las numerosas reformas que ha sufrido el puente de Palmas, realizar un proyecto de paseo en la por entonces llamada plaza del Rey. La plaza antes de su urbanización tenía grandes desniveles con el empedrado de su pavimento en mal estado. Antes de dos meses el paseo estaba hecho.
"¿Cómo era aquel paseo?¡Es desesperante este silencio de las ruinas! Desapareció como han desaparecido los jardines, los árboles, que conocimos y disfrutamos nosotros, como desaparecerán estas preciosidades que ahora se han tendido sobre la devastación de lo que pasó."
Poco después en 1840 el paseo de 1833 fue rehecho. Estaba enlosado y tenía bancos de mampostería alrededor y grandes árboles; fue construido siendo alcalde D. José María Albarrán.
En el Diccionario geográfico de Madoz que ya comentamos, obra que se publicó entre 1846 y 1850, se dice que últimamente habían construido “un bonito salón de paseo paralelo a su lado mayor de Norte a Sur con árboles y asientos, todo con mucho gusto y comodidad, y es el punto de reunión más notable de la ciudad”.
Posteriormente otro alcalde, D. Tomás Vacas García, mandó construir en el año 1880 una nueva plaza con jardines a la inglesa y fuentes de hierro, cerrado todo por una sencilla verja, con algún puesto de agua con arreglo a un modelo que imponía el municipio, que propició en las ardorosas noches de verano la formación de numerosas y amenas tertulias que se prolongaban hasta hora muy avanzada.
Los jardines a la inglesa en 1891:
Estos jardines a la inglesa a principios del siglo XX:
Vista desde la calle de San Juan hacia la calle del Obispo:
En julio de 1919, en presencia del alcalde Sr. Trujillo y el arquitecto municipal Rodolfo Martínez, se efectuaron las pruebas de resistencia del nuevo pavimento de la por entonces llamada plaza de la Constitución, para la cual se hizo transitar por toda la plaza un camión cargado con un peso de 3.000 Kg. Las pruebas dieron excelente resultado. También se terminó el acerado de la puerta principal de la catedral, con lo que quedaron ultimados los trabajos de pavimentación.
Pongo una foto de cómo quedó la plaza para imaginarse mejor la angustia de ver desaparecer los jardines:
En 1923 comenzó la suscripción popular para costear la construcción del monumento al pintor Luis de Morales. La comisión del monumento, en vista de lo irrealizable del proyecto del escultor Aurelio Cabrera por falta de fondos, ya que costaba 150.000 pesetas (sólo se llegó a recaudar en total hasta febrero de 1925 algo menos de 15.000 pesetas), acordó realizar un concurso, mediante el cual fue concedida la ejecución al escultor Gabino Amaya Guerrero. El 17 de mayo de 1925 llegó a Badajoz la estatua de bronce de Luis de Morales, quedando depositada en la plaza de la Constitución. El 21 de junio, y en medio de gran animación, fue descubierta la estatua.
"Dentro de otros ochenta o noventa años, ¿no habrá algún cronista que se admire de estas dulces emociones que sentimos, entre la pena de los jardines y la esperanza de los encantos que ahora nos prometen el celo de los amantes de nuestro pueblo…?"
Aunque se hizo alguna que otra reforma, sobre todo la de 1960, pasaron esos otros ochenta o noventa años para que se abrieran nuevamente las entrañas del campo de San Juan, hoy plaza de España, durante la remodelación del año 2002. El seguimiento arqueológico sólo pudo realizarse en parte, ya que el espacio más próximo al perímetro de la catedral en forma de elipse que rodea al templo, es decir, toda la actual gran zona peatonal que encierra la vía por donde circulan los coches, ya tenía una capa de hormigón cuando comenzaron los trabajos los arqueólogos.
En las diferentes zanjas que se hicieron para las canalizaciones aparecieron restos óseos dispersos. Se realizó una excavación de urgencia al oeste de la Plaza, en la esquina situada entre la calle Zurbarán y la calle Obispo San Juan de Ribera. Aparte de restos óseos humanos y de animales, gran cantidad de fragmentos cerámicos y escoria de hierro, fueron asomando estructuras interesantes.
Junto a la acera, en la parte más a la izquierda de la fachada del edificio Díaz Ambrona, se encontraron los restos de cimentación de machones de mampostería encalada que se asocian a un edificio porticado. Dicho edificio se retranqueó en 1864 para regularizar la línea de fachada de la plaza. En el plano de Coello de mediados del s. XIX puede observase como sobresale dicho edificio. Seguramente, este pórtico, era originariamente parte del antiguo Hospital de la Piedad del siglo XV y que a comienzos del XIX pasó a ser un teatro.
Apareció también una estructura frente a donde actualmente está la Universidad de Mayores, que los arqueólogos denominaron “bodega”, en muy buen estado de conservación. A escasos centímetros del suelo actual hay una estancia abovedada a la que se accede a través de una rampa de 2,58 m. de longitud por 0,77 m. de anchura con una pendiente del 40%, con un suelo formado por lajas rectangulares de pizarra de irregulares dimensiones, y que se adentra en la línea de la fachada. Desde dicha fachada, desciende la rampa hacia el noreste con acceso a través de un arco de ladrillo a una habitación abovedada también con ladrillo, de suelo empedrado a base de cantos rodados, de un tamaño de 3,23 x 2,36 m., y con una altura de 2,02 m. Las paredes son de mampostería bien carenada, con su parte superior acabada con cinco hiladas de ladrillo donde arranca la bóveda. En la clave de la bóveda se abre un orificio cuadrado de 0,64 m. de lado. Parece una construcción de época contemporánea, típica de la arquitectura popular extremeña de finales del s. XVIII ó del s. XIX, que debió ser una estancia subterránea de algún edificio de dicha fachada, dedicada al almacenaje. Esta estructura rompe los estratos islámicos.
A pocos metros de la “bodega”, un poco más al sur, frente al bar de esquina (La Ría), apareció un suelo de época islámica en muy buen estado de conservación, con una longitud de 4,70 m. y una anchura que oscila entre los 2,20 m y 2,80 m, realizado con una base de cal y canto, con un revestimiento de pintura de color rojo a la almagra. Este suelo se ve roto por tres tumbas antropomorfas posiblemente cristianas.
Se hizo en este área un sondeo para poder crear una secuencia arqueológica, encontrándose cerámica medieval islámica en producciones tanto comunes como vidriadas, meladas y verdes, así como piezas con decoración en cuerda seca y en verde y manganeso. Destacó el descubrimiento de un candil de piquera, de pasta blanca y decorado en cuerda seca parcial, del siglo XI.
Las estructuras exhumadas son estancias domésticas dentro de un núcleo de hábitat hispanomusulmán, formados por restos constructivos de mampostería irregular no concertada, con piedras de pizarra, granito y cuarcita, mezclada con cantos rodados, fragmentos de ladrillo y teja y escoria de hierro, trabados con barro, sin fosa de cimentación. Parece haber dos momentos constructivos diferentes.
Los suelos encontrados son pavimentos realizados con cal y canto sobre una base de cantos rodados, y luego revestidos con una capa de pintura de color rojo almagra. Estos suelos están documentados en ciudades hispanomusulmanas como Mérida, Córdoba, Mértola…
Por la cultura material asociada, básicamente elementos cerámicos fechados en el siglo XI, parece ser representativo del momento de auge que vive la ciudad taifa de Badajoz, aunque al no existir un estudio en profundidad, no se descarta cronologías previas. Se documentan cerámicas idénticas a las aparecidas en las excavaciones del aparcamiento de Montesinos del año 2001.
Parece que la población que ocupaba este espacio estaba compuesta posiblemente por un grupo de pequeños artesanos o comerciantes. Estos niveles islámicos se ven rotos por elementos medievales cristianos, posiblemente una necrópolis, con enterramientos en fosa antropomorfa, con individuos en posición decubito supino, orientados de oeste este.
¿Cuánta gente habrá paseado por la plaza del Rey, más tarde de Isabel II, luego de la Constitución y finalmente de España, aunque siempre campo de San Juan…?
En el siglo XIX, Don Antonio Gutiérrez Mora donó al museo arqueológico una hoja de lanza de hierro, con nervio bastante pronunciado, de una longitud de 17 cm, y el cabo hueco de 9 cm. ¡Fue hallada a cuatro metros de profundidad en la plaza de San Juan!
¿Pasarán otros ochenta o noventa años para que los mudos vestigios del campo de San Juan vuelvan a surgir?
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