El 20 de mayo de 1801 partía el Ejército español de Badajoz para invadir Portugal. La negativa de Portugal a las pretensiones napoleónicas de cerrar los puertos portugueses a los ingleses había arrastrado a España a declarar la guerra a nuestros vecinos portugueses.
Sólo cien hombres persiguieron hasta el rastrillo de la ciudad de Elvas a más de dos mil, que se protegieron así con el fuego de la plaza y los olivares que cubren toda la falda donde terminan los glacis. Sobre este hecho, este mismo día Godoy escribió en su carta a S. M. la anécdota de las naranjas que dio nombre a la contienda:
“…Las tropas que atacaron al momento de oír mi voz luego que llegué á la vanguardia, me han regalado de los jardines de Elvas dos ramos de naranjas, que yo presento á S. M. la Reina.”.
La campaña militar apenas dura dieciocho días. La paz se firma en Badajoz el 8 de junio, devolviéndose todas las conquistas a Portugal, con la excepción de Olivenza y su territorio, viejo contencioso fronterizo entre los dos países; aunque aprovechando la ocasión, tampoco se devolvió Vila Real (Villarreal), que no pertenecía a Olivenza, sino a Juromenha, quedando la línea divisoria entre España y Portugal en el río Guadiana en aquella zona.
En los primeros días de Mayo Godoy se había trasladado a Badajoz para ultimar algunos preparativos de la inminente guerra con Portugal; y en 14 de aquel mes dirigió una alocución a las tropas que comenzaba así:
“Ya estoy al frente de vuestras banderas, bizarros españoles, para conduciros á la gloria de las victorias; un pueblo tenaz, aunque débil, es el obstáculo del bien común; buscamos la paz que este enemigo nos aleja; toda la Europa tiene parte en nuestro interés, y mira con empeño y deseo nuestros felices sucesos: vamos pues, amados compatricios, vamos, hijos queridos, á desarmar prontamente nuestro contrario…”
Continúa el discurso intentando convencer a las tropas de aceptar la presencia de los franceses, que a su entrada en España habían sido recibidos a pedradas por los payeses catalanes y que esperaban en Ciudad Rodrigo.
“…las tropas francesas, victoriosas en todo el mundo, vienen á emplearse con nosotros en esta empresa; una estrecha alianza nos une, y nuestras obras en campaña no deben de ser inferiores: esto interesa al bien de la patria y á nosotros mismos, y que observando las sagradas leyes de nuestra religión, demos al próximo y amigo la acogida que nosotros pediríamos en igual caso; es decir, que con las tropas francesas nos conduzcamos como hermanos, para que uniéndonos en las acciones, no demos lugar á que la iniquidad del enemigo se prevalga de nuestro descontento, y nos arranque de la mano nuestra victoria…”
Después le dedica la siguiente parte de la arenga a tener cuidado de los portugueses:
“…Pero estas tropas saben, y vosotros no ignoráis, cual es el carácter del enemigo que se nos presenta: él es pequeño, pero el hombre en sus obras puede ser gigante: ninguna indiscreción es disculpable á la vista del enemigo; y el enemigo se aprovecha no sólo de los descuidos, sino también del exceso de la confianza: sabéis bien que el cobarde se abate cuando se mira inferior; y yo quiero no dexaros ignorar los ardides de que se vale la tropa poco disciplinada o poco generosa: las guerras anteriores contra este mismo pueblo han sido desgraciadas, no sólo por su éxito, sino por los accidentes: el enemigo, que acostumbrado a la fuga raramente presentaba la batalla, sabía fingirse muerto, cubriéndose del modo posible en el campo de batalla, y apenas nuestros batallones se retiraban mirando con compasión los estragos de su valor, estos mismos fingidos cadáveres volvían a ofenderle por su espalda, de suerte que no hubo General ni individuo alguno exento del riesgo de tal alevosía. Este aviso, amados guerreros, quiere daros vuestro Xefe y vuestro Protector, para evitar que el fuego de vuestro valor pueda reducirse al espantoso tormento con que os acecha enemigo de tal calidad…”
Y para finalizar, promete un premio justo por la victoria:
"...Vamos, pues, hijos míos, vamos á obrar con el orden que por principios conocéis; caminad según vuestros xefes inmediatos os manden y yo asistiré á todos vuestros riesgos, yo os daré el descanso que necesitáis, pues sé que á vosotros no llega el sosiego mientras os quedan enemigos á quienes batir; dexad á mi cuidado vuestra subsistencia, vuestro alivio y el de vuestras familias; prometeos un premio justo á vuestro trabajo, y vamos á ganar una paz que tanto ansían nuestros justos y benéficos Soberanos, que tanto importa al bien de sus vasallos, y sin la que no pueden darnos los alivios que una nueva constitución militar nos proporciona.
Sólo cien hombres persiguieron hasta el rastrillo de la ciudad de Elvas a más de dos mil, que se protegieron así con el fuego de la plaza y los olivares que cubren toda la falda donde terminan los glacis. Sobre este hecho, este mismo día Godoy escribió en su carta a S. M. la anécdota de las naranjas que dio nombre a la contienda:
“…Las tropas que atacaron al momento de oír mi voz luego que llegué á la vanguardia, me han regalado de los jardines de Elvas dos ramos de naranjas, que yo presento á S. M. la Reina.”.
La campaña militar apenas dura dieciocho días. La paz se firma en Badajoz el 8 de junio, devolviéndose todas las conquistas a Portugal, con la excepción de Olivenza y su territorio, viejo contencioso fronterizo entre los dos países; aunque aprovechando la ocasión, tampoco se devolvió Vila Real (Villarreal), que no pertenecía a Olivenza, sino a Juromenha, quedando la línea divisoria entre España y Portugal en el río Guadiana en aquella zona.
En los primeros días de Mayo Godoy se había trasladado a Badajoz para ultimar algunos preparativos de la inminente guerra con Portugal; y en 14 de aquel mes dirigió una alocución a las tropas que comenzaba así:
“Ya estoy al frente de vuestras banderas, bizarros españoles, para conduciros á la gloria de las victorias; un pueblo tenaz, aunque débil, es el obstáculo del bien común; buscamos la paz que este enemigo nos aleja; toda la Europa tiene parte en nuestro interés, y mira con empeño y deseo nuestros felices sucesos: vamos pues, amados compatricios, vamos, hijos queridos, á desarmar prontamente nuestro contrario…”
Continúa el discurso intentando convencer a las tropas de aceptar la presencia de los franceses, que a su entrada en España habían sido recibidos a pedradas por los payeses catalanes y que esperaban en Ciudad Rodrigo.
“…las tropas francesas, victoriosas en todo el mundo, vienen á emplearse con nosotros en esta empresa; una estrecha alianza nos une, y nuestras obras en campaña no deben de ser inferiores: esto interesa al bien de la patria y á nosotros mismos, y que observando las sagradas leyes de nuestra religión, demos al próximo y amigo la acogida que nosotros pediríamos en igual caso; es decir, que con las tropas francesas nos conduzcamos como hermanos, para que uniéndonos en las acciones, no demos lugar á que la iniquidad del enemigo se prevalga de nuestro descontento, y nos arranque de la mano nuestra victoria…”
Después le dedica la siguiente parte de la arenga a tener cuidado de los portugueses:
“…Pero estas tropas saben, y vosotros no ignoráis, cual es el carácter del enemigo que se nos presenta: él es pequeño, pero el hombre en sus obras puede ser gigante: ninguna indiscreción es disculpable á la vista del enemigo; y el enemigo se aprovecha no sólo de los descuidos, sino también del exceso de la confianza: sabéis bien que el cobarde se abate cuando se mira inferior; y yo quiero no dexaros ignorar los ardides de que se vale la tropa poco disciplinada o poco generosa: las guerras anteriores contra este mismo pueblo han sido desgraciadas, no sólo por su éxito, sino por los accidentes: el enemigo, que acostumbrado a la fuga raramente presentaba la batalla, sabía fingirse muerto, cubriéndose del modo posible en el campo de batalla, y apenas nuestros batallones se retiraban mirando con compasión los estragos de su valor, estos mismos fingidos cadáveres volvían a ofenderle por su espalda, de suerte que no hubo General ni individuo alguno exento del riesgo de tal alevosía. Este aviso, amados guerreros, quiere daros vuestro Xefe y vuestro Protector, para evitar que el fuego de vuestro valor pueda reducirse al espantoso tormento con que os acecha enemigo de tal calidad…”
Y para finalizar, promete un premio justo por la victoria:
"...Vamos, pues, hijos míos, vamos á obrar con el orden que por principios conocéis; caminad según vuestros xefes inmediatos os manden y yo asistiré á todos vuestros riesgos, yo os daré el descanso que necesitáis, pues sé que á vosotros no llega el sosiego mientras os quedan enemigos á quienes batir; dexad á mi cuidado vuestra subsistencia, vuestro alivio y el de vuestras familias; prometeos un premio justo á vuestro trabajo, y vamos á ganar una paz que tanto ansían nuestros justos y benéficos Soberanos, que tanto importa al bien de sus vasallos, y sin la que no pueden darnos los alivios que una nueva constitución militar nos proporciona.
A toda hora, en todo instante, os oiré; venid á mí, llegad sin temor, y encontraréis abiertos mis brazos á recibir vuestras súplicas; nada alterará mi justicia, ni habrá quien con razón pueda quejarse de no haber sido premiado oportunamente. Llegad, pues, honrados españoles, a1 seno de vuestro General que os ama.
Badajoz, 14 de Mayo de 1801.”
Como hemos podido comprobar, el Generalísimo Godoy no tenía en buena estima al ejército portugués en cuanto a su valentía y disciplina. Para asegurar la disciplina de las suyas, Godoy, publicó un bando de fecha 16 de mayo, con una serie de artículos de leyes penales y recompensas, que por lo curioso del detalle lo vamos a transcribir.
El castigo más usado en esa época era el de la carrera de baquetas, castigo hoy suprimido en nuestro ejército, que consistía en correr el reo, con la espalda desnuda, por entre dos filas de soldados, que le azotaban con la baqueta del fusil.
1.º Todo soldado, Cabo ó Sargento que se retirase sin herida grave de una acción, ó sin ser mandado, ó tener permiso de su xefe, baxo de qualquier pretexto que sea, sufrirá la pena de 10 carreras de baquetas con varas por 200 hombres, y se destinará por igual número de años á trabajos públicos.
2.º Igual pena sufrirán los que en una acción gritasen ó profiriesen expresiones que puedan producir consternación ó desorden, como nos cortan, estamos perdidos, huyamos, etc... Los tales podrán ser muertos al momento por qualquier compañero ú oficial, en lo que executarán un particular servicio.
3.º Las ordenanzas que supusiesen órdenes de los Generales sufrirán igual pena á la establecida en los artículos anteriores.
4.º Todo soldado que en un día de acción rompa su fusil, tire parte ó el todo de sus cartuchos, pierda las piedras, finja golpe, ó use de algún otro pretexto para retirarse de la acción, ó no asistir á ella, será castigado con 6 carreras de baquetas por 200 hombres , y á otros tantos años de arsenales.
5.° Quando algún destacamento, partida, guardia ú otro qualquier cuerpo de tropa se entregue prisionero sin haber perdido una quarta parte de la gente, por el misma hecho quedarán vacantes los empleos de oficiales que allí haya. Pero sí por el contrario consiguiese repeler á los enemigos, ó retirarse habiendo perdido en la defensa la mitad de la tropa, obtendrá el Comandante desde el mismo día una pensión igual á lo menos á la mitad del sueldo que disfrute, y se le ascenderá. Los demás Oficiales conseguirán un grado si hubiesen segundado dignamente las disposiciones de sus xefes.
6.º El Generalísimo está persuadido que ningún Oficial es capaz de incurrir en la menor falta que pueda atribuirse á pusilanimidad, ó poca probidad y honor; y está seguro de que si alguno olvidado de sus mas fuertes deberes dio la menor sospecha, el honor con que piensan sus compañeros sabrá castigarlos separándolos de su compañía, de la que tan indigno se ha mostrado.
7.° No conviniendo castigar con ignominia á ningún Oficial, porque en ello padece el honor con que piensan y deben ser tratados los que tuviesen este grado, se previene que el solo castigo que se les impondrá es el de despedirlos para siempre del servicio, lo que se executará no solo por faltas feas, sino por las de inobservancia al exacto cumplimiento de las órdenes y desatender á la disciplina.
8.º El Generalísimo ofrece tratar y mirar con el mayor honor, y proporcionarle comodidades al Sargento, Cabo ó soldado que hiciesen una acción distinguida y de valor; al primero que suba á la muralla por una escala ó brecha lo sentará en su mesa, y le procurará una cómoda subsistencia. Proporcionalmente premiará las demás acciones distinguidas.
9.º Nunca será lícito al soldado separarse de sus banderas ó cuerpos , y mucho menos para merodear en país enemigo ó robar en el propio; pero aunque estos delitos sean feos por su naturaleza, y prueben indisciplina en la tropa, sin embargo, el Generalísimo, movido del paternal amor con que mira al soldado, no quiere castigarlos con el último rigor ni con la ignominia: la pena de baquetas no se mirará en exército como infamatoria; y al soldado ó paisano que zahiera á otro con la voz de abaqueteado, se le hará correr una carrera de baquetas.
10. Al soldado que robase qualquier efecto del Rey se le castigará con ocho carreras de baquetas.
11. Al que robase prendas ó alhajas se le castigara con igual pena.
12. Al que robase caballo, mula ó asno se le castigará con quatro carreras de baquetas.
13. Igual pena sufrirá el que robase bueyes, vacas ó carneros, y los vendiese.
14. Al que robase verduras, frutas, menestras ú otro comestible se le castigara con cincuenta palos.
15. Igual pena sufrirá el soldado que su marcha se separe del camino cincuenta pasos; y lo propio el que se alargase de su campamento ó cantón sin licencia mas de lo que esté permitido por el xefe de él.
16. Los crímenes de homicidio y de insubordinación con los oficiales serán castigados con todo el rigor de la ordenanza.
17. Con el mismo rigor serán castigados los que deserten hacia país enemigo; pero el Generalísimo, valiéndose de las plenas facultades que el Rey le concede, hace saber se castigará con seis carreras de baquetas al desertor que se aprehendiese vía á lo interior; y al que se presentase dentro de 8 días después de su deserción, se le pondrá á servir en las ocasiones de mas riesgo, para que acrisole su conducta, y se haga digno del perdón de su falta.
18. A todo soldado que se le cogiese jugando á juegos prohibidos se le castigará sobre la marcha con 50 palos.
19. El mismo castigo tendrá el que vendiese ó enajenase prenda de su vestuario, ó la cebada de su caballo.
20. Los que sufriesen el castigo de baquetas por otro delito que los prevenidos en los quatro primeros artículos, se quedarán con grillete para hacer el servicio mecánico de su campamento ó cantón; pero si en ocasión de riesgo pudiesen ser conducidos á él, se les quitará el grillete, y pondrán en el paraje de mas riesgo, para que mostrando intrepidez y valor en tal grado que los distinga, vuelvan á merecer la confianza de sus compañeros.
21. El Generalísimo conoce que los artículos prescriptos en este bando no tendrán los buenos efectos que se promete si los Generales, oficiales y aun sargentos, no zelan eficaz y enérgicamente sobre el preciso puntual cumplimiento de ellos: en conseqüencia les encarga se dediquen á que tengan exacta observancia, previniendo mirará como un abandono y desidia muy culpable el menor disimulo ó conmiseración respecto á los infractores.
Dado en el quartel general de Badajoz á 16 de Mayo de 1801.
En cuanto a las operaciones que comenzaron el 20 de mayo, Godoy dividió sus fuerzas en cuatro divisiones, confiando al teniente general Marqués de Castelar, que mandaba la tercera, la empresa de atacar a Olivenza, y al mariscal de campo D. Juan Carrafa, con una sección de la misma división, el encargo de apoderarse de Juromenha. El teniente general D. Ignacio Lancaster, jefe de la segunda división, debía amenazar Campomayor y apoderarse de sus inmediaciones, distrayendo así al enemigo, mientras que la vanguardia y las divisiones primera y cuarta, mandadas respectivamente por el Marquen de la Solana, D. Diego de Godoy y D. Francisco Javier de Negrete, al mando supremo del Generalísimo, marchaban a reconocer Elvas y tomar posiciones cerca de esta plaza, sujetando á la guarnición de la misma.
En tanto que el grueso del ejército español recogía las ramitas de naranja de los jardines de Elvas, el Marqués de Castelar con su media división amanecía el 20 sobre Olivenza, plaza fuerte extendida con nueve baluartes que defendían su recinto, e intimaba a su Gobernador, el mariscal de campo Julio César Agusto de Chermont, amenazándole con el asalto si no se rendía; y el caudillo portugués, sin fuerzas correspondientes a la extensión de la plaza, tuvo que hacerlo, entregando la misma y su territorio.
El mariscal de campo D. Juan Carrafa, con su media división, embestía al propio tiempo a Juromenha, plaza reducida e irregular, situada sobre un escarpe del Guadiana; y apoderándose de los arrabales y haciendo llevar escalas de los cortijos inmediatos, no tuvo mayor dificultad que el Marqués de Castelar en Olivenza en apoderarse de Juromenha a las nueve de la noche.
La segunda división entretanto siguió su movimiento de avance para impedir el auxilio de las otras plazas fronterizas por el ejército del interior, y se apoderó de Santa Olalla, Barbacena y San Vicente en los días 23, 24 y 25; su vanguardia ocupó simultáneamente Monforte, no presentó dificultades en sus preparativos ni en su realización.
Más reñida que esta ocupación y que la toma de las plazas de Olivenza y Juromenha fue la de Arronches, efectuada por un destacamento sacado de la segunda división y de la vanguardia, mandado por los mariscales de campo D. Manuel Lapeña y Marqués de Mora, que á la vista de sus jefes, Lancaster y Solana, atacaron briosamente al enemigo, causándole 150 muertos y 80 heridos, haciéndole 280 prisioneros, entre ellos cuatro oficiales, tomándole un cañón y rico botín de ganados, y entrando en la plaza, cuya puerta forzaron. Ocho muertos nuestros, entre ellos el comandante Solana, y poco mayor número de heridos, costó aquella empresa, que se completó posteriormente con la persecución de los vencidos.
Godoy escribía al Rey con fecha 30 de Mayo desde su cuartel general de Badajoz:
“El ardor, señor, de estas tropas, excede al arrojo de las empresas que me prometo; y si todos los vasallos fuesen tan fieles é interesados en las ventajas del Reino como lo son los que componen este ejército, prestarían medios muy suficientes para realizar la conquista de Lisboa, pequeño objeto para su celo y mi eficacia.”
Lancaster y Solana, con la división segunda y la vanguardia, se adelantaron hacia el campo de la Espada y tomaron Anomar, Alegrete y su castillo y Portoalegre, encontrando buenos almacenes de víveres, muchos despojos en los caminos, armas y municiones.
El día 2 acometió el teniente coronel Orell a Castelo de Vide, entró en la población mediante un golpe de audacia.
El día 4 se adelantó el Marqués de Mora en dirección a Crato con fuerzas de Caballería, especialmente, y cuatro cañones, y al llegar cerca de la aldea Flor de Rosa encontró a la vanguardia enemiga, entre la que figuraban 40 dragones ingleses escoltando 50 carros vacíos con que trataban de evacuar parte de los almacenes abandonados. Atacados vigorosamente por los escuadrones de húsares Farnesio y Alcántara, apoyados por las restantes fuerzas, rindieron las armas en número de 340 hombres con 16 oficiales, un teniente coronel y el brigadier que les mandaba, quedando el resto entre heridos y muertos, excepto algunos que encontraron salvación en la fuga.
Pero el suceso más importante de la campaña fue el asedio y capitulación de la plaza de Campomayor. Desde el 21 de Mayo había tomado posiciones sobre ella la cuarta división al mando del general D. Francisco Javier de Negrete; desde el día 24 se rompió el fuego, después de las comunicaciones cambiadas exigiendo la entrega y contestándose por su Gobernador la firme resolución de no entregarse.
La tercera división apoyó á la cuarta, e impidió a la vez que los portugueses acudieran en su auxilio de la plaza sitiada. Los fuertes hicieron en los primeros días un fuego muy vivo y sostenido, causando bastantes bajas al ejército sitiador (10 muertos, 20 heridos y dos contusos). La plaza se rindió el día 6 de Junio por tener casi apagados sus fuegos, destruidos los parapetos que miraban á las baterías de ataque y haber recibido considerable daño todos los edificios del vecindario.
En el mismo día 6 un destacamento de la cuarta división, logró la capitulación de la pequeña plaza de Ouguela, única fortaleza que quedaba interpuesta á las divisiones que operaban en la parte de la derecha. La capitulación de Campomayor, firmada entre el gobernador de la plaza D. Matías Joseph Díaz Acedo y el general Negrete, contiene seis artículos y dos adicionales, y en todos ellos se hace el debido aprecio del valor de la defensa.
En vista de ellos, la guarnición pudo salir con bandera desplegada y todos los honores militares, llevando los oficiales sus efectos, caballos y armas, y dos cañones de a libra por honor; bien entendido que ni los oficiales ni la tropa podrían tomar las armas contra España y sus aliados en el término de seis meses. Gogoy escribió:
Como hemos podido comprobar, el Generalísimo Godoy no tenía en buena estima al ejército portugués en cuanto a su valentía y disciplina. Para asegurar la disciplina de las suyas, Godoy, publicó un bando de fecha 16 de mayo, con una serie de artículos de leyes penales y recompensas, que por lo curioso del detalle lo vamos a transcribir.
El castigo más usado en esa época era el de la carrera de baquetas, castigo hoy suprimido en nuestro ejército, que consistía en correr el reo, con la espalda desnuda, por entre dos filas de soldados, que le azotaban con la baqueta del fusil.
1.º Todo soldado, Cabo ó Sargento que se retirase sin herida grave de una acción, ó sin ser mandado, ó tener permiso de su xefe, baxo de qualquier pretexto que sea, sufrirá la pena de 10 carreras de baquetas con varas por 200 hombres, y se destinará por igual número de años á trabajos públicos.
2.º Igual pena sufrirán los que en una acción gritasen ó profiriesen expresiones que puedan producir consternación ó desorden, como nos cortan, estamos perdidos, huyamos, etc... Los tales podrán ser muertos al momento por qualquier compañero ú oficial, en lo que executarán un particular servicio.
3.º Las ordenanzas que supusiesen órdenes de los Generales sufrirán igual pena á la establecida en los artículos anteriores.
4.º Todo soldado que en un día de acción rompa su fusil, tire parte ó el todo de sus cartuchos, pierda las piedras, finja golpe, ó use de algún otro pretexto para retirarse de la acción, ó no asistir á ella, será castigado con 6 carreras de baquetas por 200 hombres , y á otros tantos años de arsenales.
5.° Quando algún destacamento, partida, guardia ú otro qualquier cuerpo de tropa se entregue prisionero sin haber perdido una quarta parte de la gente, por el misma hecho quedarán vacantes los empleos de oficiales que allí haya. Pero sí por el contrario consiguiese repeler á los enemigos, ó retirarse habiendo perdido en la defensa la mitad de la tropa, obtendrá el Comandante desde el mismo día una pensión igual á lo menos á la mitad del sueldo que disfrute, y se le ascenderá. Los demás Oficiales conseguirán un grado si hubiesen segundado dignamente las disposiciones de sus xefes.
6.º El Generalísimo está persuadido que ningún Oficial es capaz de incurrir en la menor falta que pueda atribuirse á pusilanimidad, ó poca probidad y honor; y está seguro de que si alguno olvidado de sus mas fuertes deberes dio la menor sospecha, el honor con que piensan sus compañeros sabrá castigarlos separándolos de su compañía, de la que tan indigno se ha mostrado.
7.° No conviniendo castigar con ignominia á ningún Oficial, porque en ello padece el honor con que piensan y deben ser tratados los que tuviesen este grado, se previene que el solo castigo que se les impondrá es el de despedirlos para siempre del servicio, lo que se executará no solo por faltas feas, sino por las de inobservancia al exacto cumplimiento de las órdenes y desatender á la disciplina.
8.º El Generalísimo ofrece tratar y mirar con el mayor honor, y proporcionarle comodidades al Sargento, Cabo ó soldado que hiciesen una acción distinguida y de valor; al primero que suba á la muralla por una escala ó brecha lo sentará en su mesa, y le procurará una cómoda subsistencia. Proporcionalmente premiará las demás acciones distinguidas.
9.º Nunca será lícito al soldado separarse de sus banderas ó cuerpos , y mucho menos para merodear en país enemigo ó robar en el propio; pero aunque estos delitos sean feos por su naturaleza, y prueben indisciplina en la tropa, sin embargo, el Generalísimo, movido del paternal amor con que mira al soldado, no quiere castigarlos con el último rigor ni con la ignominia: la pena de baquetas no se mirará en exército como infamatoria; y al soldado ó paisano que zahiera á otro con la voz de abaqueteado, se le hará correr una carrera de baquetas.
10. Al soldado que robase qualquier efecto del Rey se le castigará con ocho carreras de baquetas.
11. Al que robase prendas ó alhajas se le castigara con igual pena.
12. Al que robase caballo, mula ó asno se le castigará con quatro carreras de baquetas.
13. Igual pena sufrirá el que robase bueyes, vacas ó carneros, y los vendiese.
14. Al que robase verduras, frutas, menestras ú otro comestible se le castigara con cincuenta palos.
15. Igual pena sufrirá el soldado que su marcha se separe del camino cincuenta pasos; y lo propio el que se alargase de su campamento ó cantón sin licencia mas de lo que esté permitido por el xefe de él.
16. Los crímenes de homicidio y de insubordinación con los oficiales serán castigados con todo el rigor de la ordenanza.
17. Con el mismo rigor serán castigados los que deserten hacia país enemigo; pero el Generalísimo, valiéndose de las plenas facultades que el Rey le concede, hace saber se castigará con seis carreras de baquetas al desertor que se aprehendiese vía á lo interior; y al que se presentase dentro de 8 días después de su deserción, se le pondrá á servir en las ocasiones de mas riesgo, para que acrisole su conducta, y se haga digno del perdón de su falta.
18. A todo soldado que se le cogiese jugando á juegos prohibidos se le castigará sobre la marcha con 50 palos.
19. El mismo castigo tendrá el que vendiese ó enajenase prenda de su vestuario, ó la cebada de su caballo.
20. Los que sufriesen el castigo de baquetas por otro delito que los prevenidos en los quatro primeros artículos, se quedarán con grillete para hacer el servicio mecánico de su campamento ó cantón; pero si en ocasión de riesgo pudiesen ser conducidos á él, se les quitará el grillete, y pondrán en el paraje de mas riesgo, para que mostrando intrepidez y valor en tal grado que los distinga, vuelvan á merecer la confianza de sus compañeros.
21. El Generalísimo conoce que los artículos prescriptos en este bando no tendrán los buenos efectos que se promete si los Generales, oficiales y aun sargentos, no zelan eficaz y enérgicamente sobre el preciso puntual cumplimiento de ellos: en conseqüencia les encarga se dediquen á que tengan exacta observancia, previniendo mirará como un abandono y desidia muy culpable el menor disimulo ó conmiseración respecto á los infractores.
Dado en el quartel general de Badajoz á 16 de Mayo de 1801.
En cuanto a las operaciones que comenzaron el 20 de mayo, Godoy dividió sus fuerzas en cuatro divisiones, confiando al teniente general Marqués de Castelar, que mandaba la tercera, la empresa de atacar a Olivenza, y al mariscal de campo D. Juan Carrafa, con una sección de la misma división, el encargo de apoderarse de Juromenha. El teniente general D. Ignacio Lancaster, jefe de la segunda división, debía amenazar Campomayor y apoderarse de sus inmediaciones, distrayendo así al enemigo, mientras que la vanguardia y las divisiones primera y cuarta, mandadas respectivamente por el Marquen de la Solana, D. Diego de Godoy y D. Francisco Javier de Negrete, al mando supremo del Generalísimo, marchaban a reconocer Elvas y tomar posiciones cerca de esta plaza, sujetando á la guarnición de la misma.
En tanto que el grueso del ejército español recogía las ramitas de naranja de los jardines de Elvas, el Marqués de Castelar con su media división amanecía el 20 sobre Olivenza, plaza fuerte extendida con nueve baluartes que defendían su recinto, e intimaba a su Gobernador, el mariscal de campo Julio César Agusto de Chermont, amenazándole con el asalto si no se rendía; y el caudillo portugués, sin fuerzas correspondientes a la extensión de la plaza, tuvo que hacerlo, entregando la misma y su territorio.
El mariscal de campo D. Juan Carrafa, con su media división, embestía al propio tiempo a Juromenha, plaza reducida e irregular, situada sobre un escarpe del Guadiana; y apoderándose de los arrabales y haciendo llevar escalas de los cortijos inmediatos, no tuvo mayor dificultad que el Marqués de Castelar en Olivenza en apoderarse de Juromenha a las nueve de la noche.
La segunda división entretanto siguió su movimiento de avance para impedir el auxilio de las otras plazas fronterizas por el ejército del interior, y se apoderó de Santa Olalla, Barbacena y San Vicente en los días 23, 24 y 25; su vanguardia ocupó simultáneamente Monforte, no presentó dificultades en sus preparativos ni en su realización.
Más reñida que esta ocupación y que la toma de las plazas de Olivenza y Juromenha fue la de Arronches, efectuada por un destacamento sacado de la segunda división y de la vanguardia, mandado por los mariscales de campo D. Manuel Lapeña y Marqués de Mora, que á la vista de sus jefes, Lancaster y Solana, atacaron briosamente al enemigo, causándole 150 muertos y 80 heridos, haciéndole 280 prisioneros, entre ellos cuatro oficiales, tomándole un cañón y rico botín de ganados, y entrando en la plaza, cuya puerta forzaron. Ocho muertos nuestros, entre ellos el comandante Solana, y poco mayor número de heridos, costó aquella empresa, que se completó posteriormente con la persecución de los vencidos.
Godoy escribía al Rey con fecha 30 de Mayo desde su cuartel general de Badajoz:
“El ardor, señor, de estas tropas, excede al arrojo de las empresas que me prometo; y si todos los vasallos fuesen tan fieles é interesados en las ventajas del Reino como lo son los que componen este ejército, prestarían medios muy suficientes para realizar la conquista de Lisboa, pequeño objeto para su celo y mi eficacia.”
Lancaster y Solana, con la división segunda y la vanguardia, se adelantaron hacia el campo de la Espada y tomaron Anomar, Alegrete y su castillo y Portoalegre, encontrando buenos almacenes de víveres, muchos despojos en los caminos, armas y municiones.
El día 2 acometió el teniente coronel Orell a Castelo de Vide, entró en la población mediante un golpe de audacia.
El día 4 se adelantó el Marqués de Mora en dirección a Crato con fuerzas de Caballería, especialmente, y cuatro cañones, y al llegar cerca de la aldea Flor de Rosa encontró a la vanguardia enemiga, entre la que figuraban 40 dragones ingleses escoltando 50 carros vacíos con que trataban de evacuar parte de los almacenes abandonados. Atacados vigorosamente por los escuadrones de húsares Farnesio y Alcántara, apoyados por las restantes fuerzas, rindieron las armas en número de 340 hombres con 16 oficiales, un teniente coronel y el brigadier que les mandaba, quedando el resto entre heridos y muertos, excepto algunos que encontraron salvación en la fuga.
Pero el suceso más importante de la campaña fue el asedio y capitulación de la plaza de Campomayor. Desde el 21 de Mayo había tomado posiciones sobre ella la cuarta división al mando del general D. Francisco Javier de Negrete; desde el día 24 se rompió el fuego, después de las comunicaciones cambiadas exigiendo la entrega y contestándose por su Gobernador la firme resolución de no entregarse.
La tercera división apoyó á la cuarta, e impidió a la vez que los portugueses acudieran en su auxilio de la plaza sitiada. Los fuertes hicieron en los primeros días un fuego muy vivo y sostenido, causando bastantes bajas al ejército sitiador (10 muertos, 20 heridos y dos contusos). La plaza se rindió el día 6 de Junio por tener casi apagados sus fuegos, destruidos los parapetos que miraban á las baterías de ataque y haber recibido considerable daño todos los edificios del vecindario.
En el mismo día 6 un destacamento de la cuarta división, logró la capitulación de la pequeña plaza de Ouguela, única fortaleza que quedaba interpuesta á las divisiones que operaban en la parte de la derecha. La capitulación de Campomayor, firmada entre el gobernador de la plaza D. Matías Joseph Díaz Acedo y el general Negrete, contiene seis artículos y dos adicionales, y en todos ellos se hace el debido aprecio del valor de la defensa.
En vista de ellos, la guarnición pudo salir con bandera desplegada y todos los honores militares, llevando los oficiales sus efectos, caballos y armas, y dos cañones de a libra por honor; bien entendido que ni los oficiales ni la tropa podrían tomar las armas contra España y sus aliados en el término de seis meses. Gogoy escribió:
“El último artículo de la capitulación lo he concedido justamente en premio de la bizarría de las tropas vencidas, y porque no es digno de los españolas el encono contra el subordinado. Es necesario, señor, que el soldado se acostumbre á ejercerla generosidad, de que no puede carecer siendo español y vasallo de V. M.”
La capitulación de Ouguela, no resultó menos honrosa para los defensores de la plaza, que pudieron salir “con sus armas, bala en boca y tambor batiente”, retirándose al interior de Portugal.
El éxito de uno v otro hecho de armas, hizo a Godoy escribir al soberano español:
“Señor: Son las nueve y media de la noche, y acabo de decidir sobre las condiciones en que debe rendirse Campomayor; mañana toma posesión de esta plaza el ejército de V. M., y yo iré á comer en sus ruinas. Ouguela también se ha rendido; es un castillo y pueblo inmediato á Alburquerque, y que ha incomodado muchísimo á los que pasaban el camino. Si tengo pólvora y la paz no se hace, volaré al punto estas dos fortalezas”
Del término de las operaciones militares, armisticio y tratado de paz, daba cuenta el Generalísimo al Rey el 13 de Junio:
“En esta disposición, dueño ya de casi todo el Alentejo ó de lo principal de él, rendido Campomayor, Elvas con pocos víveres y cerrado su bloqueo, fue cuando me determiné á concluir las negociaciones de paz según las instrucciones de V. M., ó á terminarlas para marchar aceleradamente al encuentro de las tropas enemigas y perseguirlas…
[…]
…Conozco bien las proporciones que estas ventajas me daban pura conquistar; pero persuadido de que la humanidad y la beneficencia de V. M. abominarían toda efusión de sangre, y más de los vasallos de sus augustos hijos, me resolví á firmar la paz en los términos que he noticiado á V. M. Me tendré por feliz si he acertado á complacerlo haciendo un tratado ventajoso, firme y durable que una políticamente los vínculos de la sangre, y que separe el reino de Portugal de los piratas de la Europa, que tanto tiempo lo han dominado.”
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