Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

viernes, 28 de noviembre de 2008

La Junta de Badajoz-Elvas de 1524 sobre la raya que dividía al mundo


Durante tres meses del año 1524 estuvieron portugueses y españoles discutiendo en Badajoz y Elvas sobre la repartición del mundo …

Paseándose un día por Badajoz, por la ribera del Guadiana, Francisco de Melo, Diego López de Sequeira y otros pertenecientes a la delegación portuguesa, se toparon con un niño que guardaba los trapos que su madre lavaba.

Éste les preguntó que si eran ellos los que repartían el mundo con el emperador, y como le respondieron que sí, alzó la camisa, mostró las nalguillas y dijo:

"Pues echad la raya por aquí en medio"

La cosa fue pública y muy reída en Badajoz y en la congregación de los mismos repartidores, de los cuales unos se avergonzaron y otros se maravillaron.

Esta anécdota nos la dejó escrita el cronista Francisco López de Gómara (1511-1566), en su "Historia General de las Indias" publicado en 1552.

¿A que raya se estaba refiriendo este niño con tanta "gracia"?

Pues era la raya que determinaba a quien de los dos reinos le correspondía la Islas de las Especias.

¿Y que tenían esas islas que provocaron el descubrimiento de América y gran parte del mapamundi?

Las especias fueron uno de los productos más caros y valiosos desde antiguo, ya sea como condimento, medicina, perfume o conservante. Se usaban como enmascaradores del sabor de alimentos que, sin la posibilidad de conservación en frío, como en la actualidad, tomaban muy rápidamente sabores desagradables por los procesos de fermentación y pudrición.

En tiempo de los romanos y de los árabes se traían las especias de Oriente, en caravanas que, cruzando Asia, llegaban a Europa.

El comercio y distribución en Europa durante la Edad Media era una especie de monopolio de ciertos comerciantes, especialmente italianos, que distribuían la mercancía traída por las caravanas.

Las especias procedían de las Islas Molucas (Indonesia), también llamadas Islas de las Especias. Antes del siglo XV, indios, árabes y chinos llegaron a estas islas en busca de las especias que, casi exclusivamente, abastecían al mundo.

La toma de Constantinopla (Estambul) por los Otomanos en 1453, que puso fin al Imperio Bizantino, motivó la elevación de los precios. Esto llevará a que iniciaran Portugueses y Españoles exploraciones para buscar las especias directamente, sin depender de las caravanas que cruzaban Asia.

La carrera en busca de la Isla de las Especias comenzaba…

En el Tratado de Alcáçovas de 1479 entre Alfonso V de Portugal y los Reyes Católicos, que puso fin a la Guerra de sucesión castellana, se pactó la política de proyección exterior, en un momento en que los dos reinos competían por el dominio del Océano Atlántico y de las costas africanas. Portugal obtenía el reconocimiento de sus dominios sobre Madeira, las Azores, Cabo Verde, Guinea y en general todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos, allende de que es hallado ocupado o descubierto, mientras que Castilla recibía las Islas Canarias.

Con este tratado los españoles continuaban su carrera hacía las Islas de las Especias hacia Occidente y los portugueses hacia Oriente.

En 1487 los portugueses consiguieron por fin llegar hasta el cabo de Buena Esperanza y bordeando África, encontrar el paso para navegar hacia Oriente.

Cristóbal Colón en 1492, buscando una nueva ruta hacia Occidente, en la carrera por encontrar la nueva ruta de las Especias, le da por tropezarse con "las Indias", creyendo que se trataba de la costa de Cipango (Japón), y en su regreso, casi cinco meses después, tuvo que arribar en Lisboa forzado por el temporal. Once días antes de rendir viaje en Palos de la Frontera tuvo ocasión de entrevistarse con Juan II de Portugal y ponerle al corriente de sus descubrimientos.

Parecía que los españoles habían conseguido encontrar la nueva ruta de las Especias antes que los portugueses, que trataban de seguir la costa Africana buscando un paso hacia Oriente.

Le faltó tiempo al monarca portugués para que reclamase la pertenencia de las nuevas tierras alegando derechos derivados del tratado de Alcáçovas. Los Reyes Católicos, por su parte, negaron tal pretensión aduciendo que la navegación se había efectuado siempre al oeste, y no al sur de Canarias.

En demanda y confirmación de la plena soberanía castellana sobre los recién hallados territorios, Isabel y Fernando acudieron al veredicto papal, para proceder al reparto de las tierras y los océanos entre las dos potencias que optaban a su descubrimiento, colonización y dominio: Castilla y Portugal.

En las cuatro bulas Alejandrinas de mayo a septiembre de 1493 se fijó el meridiano divisorio de las zonas de influencia española y portuguesa a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde, siendo la zona occidental la correspondiente a Castilla y Aragón y la oriental a Portugal.

Juan II de Portugal no quedó muy contento con la decisión del Papa Alejandro VI, un Borgia de origen valenciano, toda vez que la línea imaginaria de demarcación trazada por designio papal parecía dejarle sin posibilidad de llegar a las especias por Oriente.

Con el Tratado de Tordesillas de 1494 se trazó una nueva línea vertical de demarcación, siendo ésta la que, teniendo sus extremos en ambos polos geográficos, pasase a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, creyendo así que las costa Oriental de Asia quedaría repartida entre los dos reinos. El papa Julio II, en 1506, confirmó el Tratado.

¿A quién le tocaría las islas de las Especias? Los dos reinos pensarían, seguramente, que les había tocado al suyo.

Había un problema, aún se pensaba que la tierra tenía los 180.000 estadios que decía Ptolomeo de circunferencia terrestre, unos 28.350 km, y que lo descubierto por Colón era el actual Japón.

La circunferencia real de la Tierra es de 40.120 km, con una diferencia respecto al cálculo de Ptolomeo de 11.770 km, prácticamente la distancia que hay entre las costas americana y asiática (11.200 km aproximadamente). En fin, que creían que el Pacífico y el Atlántico eran el mismo océano.

Colón esperaba encontrar la costa de Cipango (Japón) exactamente en la ubicación actual de las Antillas. No sabía que había “descubierto” América y que aquellas tierras no sólo no eran Asia, sino que impedían la navegación hacia China.

En 1498, los portugueses, con Vasco de Gama, conseguían llegar hasta la India. Intentaron llegar viajando también hacia Occidente en 1500 pero se toparon con Brasil.

Imaginaros la perplejidad que los navegantes con los mapas de la época. Este es el mapa Cantino planisphere de 1502:

En 1511, los portugueses consiguieron, continuando su ruta hacia Oriente, por fin, arribar a las costas de las Islas de las Especias y comenzaron con el monopolio del envío a Europa de las especias. Habían ganado la carrera.

En 1519 Fernando de Magallanes empieza la aventura de llegar a las Molucas, tratando de demostrar que estas islas pertenecían a Castilla y no a Portugal. En 1521, Magallanes cruzó el paso interoceánico que lleva su nombre, en el extremo sur de América y tomó camino hacia el noroeste. La expedición fue tocando tierra en varias de las islas de las hoy conocidas como Filipinas, enfrentándose en muchas de ellas con los indígenas. En uno de esos enfrentamientos murió Magallanes y su segundo, Juan Sebastián Elcano consiguió completar el viaje, llegando a las islas Molucas a fines de 1521. Volvió a España desde las islas, en 1522, luego de dar la vuelta al mundo navegando siempre hacia el oeste, sin atravesar los territorios dominados por Portugal.

En razón de la disputa por las islas Molucas se acordó entre los dos reinos el que una delegación de letrados, cosmógrafos y pilotos la dirimieran. Así, entre el marzo y mayo de 1524 se reunieron peritos de ambas coronas en la Junta de Badajoz-Elvas, que fue establecida para fallar en la disputa.

Entre la delegación española estaban Fernando Colón, hijo de Cristóbal y Juan Sebastián Elcano.

Antes de comenzar la Junta, se tenía que dilucidar el lugar. Se acordó que la primera reunión fuese en el río Caya, frontero a los dos reinos, a medio el camino de Badajoz a Elvas y después se juntaban un día en Badajoz y otro en Elvas, tomándose juramento unos a otros de tratar verdad y sentenciar justamente. Estuvieron muchos días mirando globos, cartas y relaciones, y alegando cada cual de su derecho y porfiando terribilísimamente.
No se llegó a un acuerdo.

En 1526, el emperador Carlos se casaría con Isabel de Portugal, reforzando los lazos entre las dos coronas, y permite un acuerdo sobre las Molucas. Evitando problemas con Portugal para poder centrarse en la política centroeuropea, teniendo en cuenta que todavía no se sabía cómo llevar las especias de las Molucas a Europa navegando hacia Oriente (Vasco Núñez de Balboa en 1513 llegó, a pie por el istmo de Panamá, al Océano Pacífico, pero el primer "tornaviaje" realizado por Andrés de Urdaneta no se hizo hasta 1565).

En 1529 el emperador Carlos empeñó las Molucas a los portugueses, estando aún pendiente el pleito de la Junta de Badajoz-Elvas. El tratado fijaba las esferas de influencia de Portugal y España a 297,5 leguas al este de las Molucas.

Esta Junta de Badajoz-Elvas quedó en el olvido…

Espero al menos recuperar para nuestras "historias de Badajoz" la broma de las nalguillas del niño y su "Pues echad la raya por aquí en medio"…


domingo, 9 de noviembre de 2008

El fin del Badajoz Escarlata. 2ª Parte

.

Aún hoy, cuando las luces del sol resisten su marcha, en el crepúsculo, allí donde se termina el cielo y comienza la tierra, queda el recuerdo del Badajoz escarlata.

Atrás quedaron aquellos tiempos en el que Badajoz veía secarse al sol aquel polvo con el que los tintoreros teñían las ropas de los nobles.

Se ha perdido por el transcurrir de los tiempos sus orígenes, pero sí sabemos que ya en tiempo de los romanos se recogía la grana de los tintoreros por estos parajes.

Además de hablarnos Plinio el Viejo de la existencia del quermes por aquí, Dioscórides en el siglo I escribió también sobre la coscoja, y le daba facultades medicinales a su “fruto”. Nos describía la coscoja donde habita el kermes como “una mata pequeña y ramosa, a la cual está pegado unos granos como lentejas, los cuales cogidos se guardan juntos”. Nos contó que mojada la grana en vinagre, y aplicada en forma de empasto, es útil a las heridas recientes y a los nervios cortados.

En los comentarios que hace Andrés de Laguna, en 1554, en su traducción de Dioscórides anotaba: “Entiendo por esta grana ciertos granos redondos y colorados que, tamaños como majuelas, se hallan pegados a aquella encinilla que llamamos en Castilla coscoja, y la cogen en primavera. Dentro de estos granos se encierran ciertos granicos menudos, bermejos como la purísima sangre… Acumulando gran copia de dichos gusanillos los rocían con vino blanco muy excelente, y de este modo ahogándolos hacen de ellos unas pastillas que después de secas se muelen en aquél tan estimado polvo de grana para teñir sedas y hacer la escarlata… En la mancha de Aragón, y por todo el obispado de Badajoz, se hace gran caudal de ella ”.

Pero como ya vinos, llegó el ocaso del Badajoz escarlata en la primera mitad del siglo XVII.

Pocos rastros de este pasado escarlata nos han llegado a nuestros tiempos. ¿Qué fue de la torre del Tinte?, que al parecer en Badajoz existió.
Pero dos siglos después apareció la oportunidad del resurgir del Badajoz escarlata.
En 1820 trajeron a Cádiz las cochinillas americanas, desde donde se enviaron a diferentes lugares de España para intentar su aclimatación en España, triunfando sobretodo en las islas Canarias.

Pronto se felicitaron del resultado de la cría que de la cochinilla dirigida por el Consulado de Cádiz, que incluso fue felicitado por el Rey a través de la Secretaría del Despacho de Hacienda, “asegurando que este ramo de la industria haría bien pronto la prosperidad de ese país”.

A las tierras de Badajoz no llegó la cochinilla para habitar nuestros higos chumbos, pero el 29 de Junio de 1826, el por entonces Capitán general de Extremadura, José Sanjuán, escribió al Secretario del Despacho de Hacienda dando parte que en esta provincia existía el insecto conocido con el nombre de Kermes, remitiendo asimismo unas muestras a la junta de Fomento de riqueza del reino.

Los profesores de ciencias naturales D. Juan Antonio Melón y D. Antonio Sandalio de Arias remitieron el 8 de septiembre a la Real Junta de Fomento de la riqueza del Reino un informe acerca del kermes.

Así se consiguió que el Ministerio expidiera una Real orden dejando libre la cosecha de esta grana.

Una vez que el capitán general Sanjuán fundó en 1830 el Diario de Badajoz, insertó la Orden en el Diario de Badajoz con una explicación de la recolección del insecto, y produjo tales efectos, que este ramo de la industria rural resucitó de un modo increíble. Comenzaron numerosas cuadrillas desde primeros de Abril hasta Mayo a poblar los montes buscando y acopiando este insecto. En el partido de Badajoz hubo quién en tres días recolectó dos arrobas, que le produjeron de pronto sobre 300 reales, hallando así los braceros un modo seguro de remediar sus necesidades en los meses que carecen de trabajo.

De Valencia venían los especuladores, que pagaban a 6 reales la libra, haciendo que durante unos años esta recolección fuera un verdadero recurso lucrativo, sobre todo para las mujeres, los ancianos y otras personas sin ocupación, que llegaban a recoger unas dos o tres libras al día.

El 15 de Julio el secretario del Despacho de Hacienda felicita a Sanjuán por el éxito obtenido con la "siembra y recolección" de la grana kermes, que hace ver a éste la oportunidad aprovechar para que Extremadura sea una nación deliciosa que contribuya a su prosperidad general tratando de no ceñirse a la sola agricultura.

Pero este resurgir del Badajoz escarlata pronto vio su fin. Uno de los reinos de la naturaleza, el mineral, hermanado con el hombre, empezó a combatir contra otro reino, el animal.

Fueron dos décadas después, en la década de los 50 de este siglo XIX cuando unos prometedores jóvenes químicos comenzaron a investigar los tintes artificiales.

La analina en violeta preparada por Perkins en 1856, y años más tarde, en 1862, con la Exposición Universal de Londres y la aparición del color de la hulla, el magenta, empezó a tirar los precios tanto de la cochinilla como de kermes. Se comenzaron a instalar fábricas de estos nuevos colorantes en los años 60, que fueron contribuyendo irremediablemente al fin del fugaz intento del resurgir del Badajoz escarlata.