Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

sábado, 1 de junio de 2013

Alarde y revista general que Felipe II pasó a sus tropas en la dehesa de Cantillana en 1580. 1ª parte

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Observamos en foto en blanco y negro la pintura que está en la Sala de Batallas del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, concretamente en el 9º paño de la pared Norte, en la que se ve representado el campamento de Doullens de Felipe II en 1558, que nos puede dar una idea de como fue visualmente el alarde y revista general que Felipe II pasó a sus tropas en la dehesa de Cantillana el 13 de junio de 1580.


Tras la muerte del rey Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir de 1578 sin herederos directos que le sucedieran, el trono de Portugal fue ocupado por su tío-abuelo el cardenal Enrique I el Casto. A la muerte de éste en enero de 1580, también sin herederos, sobrevino una crisis sucesoria en el país.

Felipe II añoraba, como sus antecesores, la anexión a la corona española del reino de Portugal, y tenía derechos dinásticos gracias a su madre Isabel de Portugal, hija del rey luso Manuel I.

Se formó un consejo de regencia en Portugal favorable a entregar el trono al rey español, sin embargo, Antonio, Prior de Crato, un hijo bastardo del infante Luis de Avis y, por tanto, nieto de Manuel I, se proclamó rey en junio de 1580. Felipe II estaba preparado, y llamó a sus mejores hombres de armas a Badajoz para entrar en Portugal y hacer prevalecer sus derechos dinásticos.

Los virreyes de Nápoles y Sicilia aprestaron tercios y galeras, levantando en Toscana y Umbría 4.000 Infantes que mandaría Pedro de Médicis.

El Conde de Lodron alistaba 6.000 lansquenetes, que por Milán vendrían a embarcar en Génova.

A la vez que 72 capitanes recorrían la península para levantar 14.000 Infantes que se organizarían en Tercios.

Estas tropas inicialmente fueron concentradas en Andalucía con el pretexto de que luego realizarían operaciones militares en África.

Para el mando de las tropas el Rey volvió a confiar en el ya anciano Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel (1507-1582), vencedor de la Jornada de Túnez, de Muhlberg y de Gemmingen. Era el mejor general de su época y uno de los mejores de la historia. Auténtico señor de la guerra, famoso e intrépido pero, al mismo tiempo, brutal, implacable y severo al extremo.

Aceptado el encargo se dirigió a Llerena, lugar de concentración de las tropas, donde también llegaron Sancho Dávila, nombrado ya Maestre de campo general y el Marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán y Guzmán (1526-1588), para concertar el plan de operaciones combinadas de mar y tierra.

El Rey sale de Madrid el 5 de marzo para Guadalupe, a donde llegó el 24. Entró en Mérida el 4 de mayo.

En estos comienzos de mayo sale el Duque de Alba de Llerena para Badajoz, hacia donde fueron concentrándose las tropas, exceptuando los tercios de Martín de Argote y Rodrigo de Zapata, que marcharon a Cádiz para embarcar en la escuadra del Marqués de Santa Cruz.

Francés de Álava, que era el general de Artillería, se daba prisa para que se reuniesen a tiempo las piezas traídas de Italia a Gibraltar y las costas andaluzas.

La corte Real estuvo 15 días en Mérida, continuando luego hacia Badajoz, haciendo una parada para descansar en el convento extramuros de San Gabriel, antes de entrar en Badajoz el sábado 21 de mayo.

El antiguo convento de San Gabriel se edificó alrededor de 1520, en la meseta que hay a la falda de la colina de los Montitos de la carretera de Sevilla, situada a unos dos kilómetros del puente del mismo nombre, arroyo arriba, y en su margen izquierda. Todavía subsiste la edificación, aunque muy reformada al convertirse en depósito militar de pólvora.

Salió la Ciudad a recibir al Rey fuera de la puerta de Santa Marina, entrando el Rey, la Reina, el príncipe D. Diego, el Cardenal infante Alberto, el obispo de pontifical con el cabildo y demás eclesiásticos.

La puerta de Santa Marina estaba situada aproximadamente en la actual plaza de los Dragones Hernán Cortés, y era la puerta principal de la Ciudad, por donde entraban las personas ilustres bajo palio, recorriendo después de forma recta el camino hacia la Catedral.

En el campo de San Francisco había fuentes, frutales, con diversión de festejos.

Para poder imaginar con más detalle como debió ser el recibimiento y la entrada de la comitiva, podemos remitirnos a lo ya descrito para la entrada de 1576 del rey de Portugal D.Sebastián.

Al llegar al campo de San Juan, había varios arcos de diferentes hierbas, flores y pinturas.

Cuando llegaron a ver la Cruz se desmontaron y siguieron la procesión hasta la puerta, adonde en un majestuoso sitial hicieron adoración a la Cruz que en manos tenía el Obispo, y habiendo entrado en la Iglesia, y cumpliendo lo que dispone el ceremonial, fueron por las calles principales a su aposento, y después el cabildo besó la mano al Rey.

El Rey se alojó en la casa solariega de Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa, llamado “El Viejo”, Señor de la casa de Fonseca, del Mayorazgo de las Tercias del Obispado de Badajoz, de la Lapilla y de Guadalperal, Caballero de Santiago, Aposentador Mayor de Castilla y Alcaide de la Fortaleza de Azagala, entre otras cosas.

El palacio ocupaba casi la totalidad de una gran manzana que daba a la por entonces Plaza de los Fonsecas, actual plaza de la Soledad, entre la calle Portería de Santa Ana (actual calle Duque de San Germán) y San Agustín (actual José Lanot).

La Casa de los Fonsecas tuvo gran arraigo en Badajoz. Tiene su origen en el portugués Pedro Rodrigues da Fonseca (c.1330-1419), alcalde mayor de Olivenza y descendiente de los primeros linajes de Portugal, 10º nieto del rey Ramiro II de León, exiliado de Portugal y origen de la estirpe de los Fonseca de Badajoz.

En la crisis sucesoria de Portugal de 1384, Pedro Rodrigues da Fonseca se puso a favor de Juan I de Castilla y su mujer Beatriz, hija del fallecido Fernando I y Leonor Téllez de Meneses. Esta crisis ya la comentamos cuando vimos la historia de la caldera del portugués.

Como hemos dicho, Pedro Rodrigues da Fonseca era el alcalde mayor de Olivenza, y en 1388 aguanta un asalto de Joao I de Portugal, pero en las treguas de 1389 se estipula que Olivenza sea devuelta a Portugal.

En 1390 tuvo que dejar Portugal perdiendo definitivamente sus posesiones en Olivenza y otras villas y que poseía en señorío. Recibe de Juan I de Castilla una serie de propiedades y rentas, entre las que se encuentra las “tercias del Obispado de Badajoz”, para compensar en parte sus pérdidas de Portugal. Además sería nombrado posteriormente Guarda Mayor y Capitán de la Guardia Real y Aposentador Mayor y de su Consejo. Tuvo 9 hijos, a los que transmitió en su testamento el valor de la honra como un patrimonio a conservar por sus hijos y transmitir a las generaciones futuras. Sus descendientes harán de este documento un emblema de las cualidades del linaje Fonseca.

Las tercias reales son un ingreso concedido por la Iglesia a la Corona consistente en dos novenos de los diezmos eclesiásticos recaudados por la misma. La Corona podía enajenar en favor de algún noble estas Tercias, como ocurrió en este caso con las Tercias del Obispado de Badajoz.

Su hijo Juan Rodríguez de Fonseca (c.1390-), Guarda Mayor del Rey Juan II de Castilla y de su Consejo Privado, constituyó el 1 de abril de 1468 mayorazgo con las Tercias de Badajoz, convirtiéndose así en el 1º Señor de las Tercias del Obispado de Badajoz.

Los mayorazgos, en principio, permitían mantener un conjunto de bienes vinculados entre sí de manera que no pudiera nunca romperse este vínculo. Los bienes pasaban al heredero, normalmente el mayor de los hijos, de forma que el grueso del patrimonio de una familia no se diseminaba, sino que sólo podía aumentar.

Aprovechemos la ocasión para hacer un pequeño recorrido por los sucesores del Señorío de las Tercias de Badajoz y dar algunos apuntes de la Casa de los Fonseca en Badajoz.

Le sucede como 2º Señor de las Tercias del Obispado de Badajoz su hijo Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa, guarda mayor de los Reyes Católicos y de su consejo, alcalde mayor de Badajoz.

Su hijo Cristóbal Rodríguez de Fonseca y Manuel de Villena, 3º Señor de las Tercias de Badajoz, fue también alcaide mayor y guarda mayor de los Reyes Católicos. Murió en 1489 sin descendencia.

A la muerte de Cristóbal, le sucede al frente de la casa de Fonseca su hermano Juan Rodríguez de Fonseca y Manuel de Villena, 4º Señor de las Tercias de Badajoz, también alcalde mayor de Badajoz, procurador a Cortes, y Contino de los Reyes Católicos, asistiendo a la toma de Granada en 1492 llevando pendón real. Este es el padre de nuestro anfitrión de Felipe II en Badajoz Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa, 5º Señor de las Tercias de Badajoz.

Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa unió en 1546 al Mayorazgo de las Tercias del Obispado de Badajoz, entre otras propiedades, las casas principales y accesorias de Badajoz, la cerca del monasterio de San Agustín y otras rentas diversas. Además dejó escrito la obligatoriedad de que los herederos del Mayorazgo llevaran el apellido y armas de los Fonseca. Las primitivas y puras armas de este linaje son de oro, con cinco estrellas de gules, puestas en sotuer o aspa.

Se casó con Beatriz de Figueroa, nieta de Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza, nuestro famoso embajador en Venecia, cuya lauda sepulcral podemos admirar en el claustro de la Catedral. Se entronca aquí dos de las familias más notorias de nuestra Ciudad.

Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza, que se casó con Isabel de Aguilar, no tuvo descendencia de este matrimonio, pero fuera de él, además de a Gonzalo Ruiz de la Vega, padre de Beatriz de Figueroa, tuvo a Leonor Laso de la Vega y Figueroa, abadesa fundadora en 1518 del convento de Santa Ana, donde como veremos serán enterradas las entrañas de Ana de Austria, esposa de Felipe II.

La familia Fonseca era patrona del convento, donde también está enterrado uno de los 12 hijos de Pedro Rodríguez de Fonseca y Beatriz de Figueroa llamado Cristóbal de Fonseca, fallecido en 1583. Actualmente su lápida sepulcral de mármol con la inscripción latina y su escudo nobiliario así como la de su mujer Beatriz Manuel de Solís está en el presbiterio.

Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza dejó un mayorazgo heredado por su nieta Beatriz de Figueroa, que pasaría a otro de los hijos que tuvo con Pedro Rodríguez de Fonseca llamado Lorenzo de Figueroa y Fonseca, que por este motivo antepuso el apellido de su madre al de su padre. Esta es la explicación de porqué la capilla mandada construir por Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza en 1501 en la Catedral, y donde estuvo originariamente su lápida y sepulcro nunca usado, pasó a llamarse capilla de los Fonseca, ya que a esta familia pasó la propiedad y patronazgo de esta capilla.

De otros hijos de Pedro Rodríguez de Fonseca y Beatriz de Figueroa, tenemos noticias del canónigo de la catedral Sancho de Fonseca, fallecido en 1600, que gracias a su Fundación se creó la primera escuela pública de Gramática en Badajoz en 1610; de Antonio de Fonseca, caballero de Alcántara y alcalde mayor de Badajoz, y de Alonso de Fonseca, caballero de Santiago y alférez mayor de Badajoz.

El hijo heredero de la Casa de los Fonseca fue Juan Rodríguez de Fonseca y Figueroa, que será 6º Señor de las Tercias de Badajoz. Participó en la jornada de Inglaterra de 1588 junto con su hijo Gonzalo Rodríguez de Fonseca y Manrique de Figueroa, que falleció en esta campaña.

Otro hijo de éste y nieto del anfitrión de Felipe II, llamado Pedro Rodríguez de Fonseca y Manrique de Figueroa, que será 7º Señor de las Tercias de Badajoz, se le concederá el título de Marqués de Orellana en 1610 (Su madre era la 9ª Señora del mayorazgo de Orellana la Vieja).

Costados de Pedro Rodríguez de Fonseca, I marqués de Orellana, caballero de Alcántara, gentilhombre de boca de Felipe III
 
Al morir sin descendencia el Marqués de Orellana, pasó el título a su primo hermano Pedro Rodríguez de Fonseca y Figueroa, 2º Marqués de Orellana y 8º Señor de las Tercias de Badajoz.

A causa de un pleito sobre el mayorazgo de Orellana la Vieja en 1643, Felipe IV renombra el título de Pedro Rodríguez de Fonseca y Manrique de Figueroa con el nombre de Marqués de la Lapilla, y es esta la razón por la que el palacio de Badajoz de los Fonseca pasó a llamarse palacio de los Marqueses de la Lapilla a partir de entonces.

El palacio fue casa del General de la Caballería en la Guerra de Restauración portuguesa. En 1639 la torre que hacía esquina entre la plazuela y la calle que va a San Agustín estaba muy deteriorada y con hendiduras, amenazando ruina.

Sufrió la desamortización de Godoy de 1798 (que poco antes había sido adquirido por el Rey para instalar un cuartel), para así conseguir dinero para la guerra con Inglaterra, vendiéndose por lotes, aunque ya el año anterior el marqués de Lapilla y Monasterio había cedido una casa, seguramente perteneciente al palacio, al gobierno, para redimir la obligación de pagar el servicio de lanzas por la Grandeza de España que disfrutaba el Marquesado de la Lapilla desde 1780, destinándose a oficinas de Hacienda).

Lo que quedaba del palacio será derribado en 1856 por su estado ruinoso, abriéndose así el espacio de la plaza. Pocos años después, en los años 80 de este siglo XIX comenzaron a construirse edificios en la parte donde estaba el antiguo palacio, de los cuales sólo queda de esa época el que fue Banco de España, Consejería de Agricultura y actualmente Conservatorio de Música.

 Continuará...

1 comentario:

IANTT dijo...

Impresionante articulo una vez mas.
un cordial saludo

IANTT- Jesús