En 1760 el turinés, aunque largamente afincado en Inglaterra, Joseph o Guiseppe Baretti (1716-1789) realizó un viaje por España rumbo a Italia, donde iba a visitar a unos familiares, escribiendo sus experiencias y observaciones en forma de Carta/Diario que dedicó a sus hermanos.
Vamos a ver la carta XXXVIII que escribió el 22 de septiembre de 1760, donde habla de su estancia en Badajoz y que se publicó en el II volumen de "Un viaje desde Londres a Génova a través de Inglaterra, Portugal, España y Francia" impreso en Londres en 1770.
Ya en la carta que precede a su entrada a Badajoz, describe el encuentro que tuvo en una posada con 4 mujeres pacenses, que habían llegado para la Feria de San Mateo de Elvas (que aún se sigue celebrando cada día 21 de septiembre), confesando que no hay posibilidad de transmitir al lector, una idea exacta de la alegría, ligereza y elasticidad de aquellas mujeres bailando un Fandango, haciendo revolotear sus vestidos de colores chillones. Como cosa a destacar también, era que para ir a misa, además de las mantillas se ponían "velos blancos" y no negros. Veamos que nos cuenta de su breve estancia en Badajoz:
"Badajoz, antiguamente llamada Pax Augusta, es una ciudad fortificada levantada sobre una pequeña eminencia a una legua aproximadamente de Caya. Entramos en ella por un puente de piedra sobre el río Guadiana. Este puente es uno de los más largos u magníficos que he visto hasta ahora. Si fuese un poco más ancho haría honor al mismo Támesis. Es el lugar favorito de los -Badajozians- para sus paseos vespertinos."
Habrá que hablar en alguna ocasión, más despacio, del porque se consideró a Badajoz erróneamente Pax Augusta, pero se nos lleva considerando pacenses tantos siglos, que ya nos pertenece en propiedad este gentilicio, aunque solo sea porque se nos lleva llamando así más tiempo que a los que alguna vez vivieran en esa villa romana de Pax Augusta. Lo que sí está claro es que somos Badajocenses, aunque nos llamase Baretti Badajozians.
"Me encantó ver al llegar al Guadiana, en la orilla opuesta a la ciudad, una gran punta de vacas lecheras blancas. Su número ascendería a no menos de 500 […]"
Alegría le dio al ver vacas blancas y resultarles familiares, debió ver a nuestra casi extinguida raza autóctona "blanca cacereña" o de raza extremeña. Existen teorías que dicen que los romanos pudieron traer a España la raza procedente de la actual Italia, ya que existen documentos que citan los sacrificios de terneros blancos durante las fiestas de honor al dios Júpiter.
Vamos a ver la carta XXXVIII que escribió el 22 de septiembre de 1760, donde habla de su estancia en Badajoz y que se publicó en el II volumen de "Un viaje desde Londres a Génova a través de Inglaterra, Portugal, España y Francia" impreso en Londres en 1770.
Ya en la carta que precede a su entrada a Badajoz, describe el encuentro que tuvo en una posada con 4 mujeres pacenses, que habían llegado para la Feria de San Mateo de Elvas (que aún se sigue celebrando cada día 21 de septiembre), confesando que no hay posibilidad de transmitir al lector, una idea exacta de la alegría, ligereza y elasticidad de aquellas mujeres bailando un Fandango, haciendo revolotear sus vestidos de colores chillones. Como cosa a destacar también, era que para ir a misa, además de las mantillas se ponían "velos blancos" y no negros. Veamos que nos cuenta de su breve estancia en Badajoz:
"Badajoz, antiguamente llamada Pax Augusta, es una ciudad fortificada levantada sobre una pequeña eminencia a una legua aproximadamente de Caya. Entramos en ella por un puente de piedra sobre el río Guadiana. Este puente es uno de los más largos u magníficos que he visto hasta ahora. Si fuese un poco más ancho haría honor al mismo Támesis. Es el lugar favorito de los -Badajozians- para sus paseos vespertinos."
Habrá que hablar en alguna ocasión, más despacio, del porque se consideró a Badajoz erróneamente Pax Augusta, pero se nos lleva considerando pacenses tantos siglos, que ya nos pertenece en propiedad este gentilicio, aunque solo sea porque se nos lleva llamando así más tiempo que a los que alguna vez vivieran en esa villa romana de Pax Augusta. Lo que sí está claro es que somos Badajocenses, aunque nos llamase Baretti Badajozians.
"Me encantó ver al llegar al Guadiana, en la orilla opuesta a la ciudad, una gran punta de vacas lecheras blancas. Su número ascendería a no menos de 500 […]"
Alegría le dio al ver vacas blancas y resultarles familiares, debió ver a nuestra casi extinguida raza autóctona "blanca cacereña" o de raza extremeña. Existen teorías que dicen que los romanos pudieron traer a España la raza procedente de la actual Italia, ya que existen documentos que citan los sacrificios de terneros blancos durante las fiestas de honor al dios Júpiter.
Con posterioridad se cree que en el siglo XVI, el tercer duque de Alba, quien pasó largas temporadas de su vida en el Palacio de Abadía situado al noroeste de la provincia de Cáceres, después de haber sido virrey de Nápoles trajo animales de capa blanca, procedentes de Italia.
De una forma u otra, es un hecho cierto que esta raza ha estado enclavada durante siglos en Extremadura, lo que ha permitido su plena adaptación conservándose como una población singular. La Unión Europea la clasifica como raza en peligro de extinción por ser la única raza de ganado vacuno autóctona de Extremadura. Hace unos años solo quedaban poco más de la centena y en la actualidad después de un loable esfuerzo de recuperación se deben de haber superado ya el medio millar de ejemplares.
"En el extremo norte del puente de Badajoz hay una portilla flanqueada por dos torres redondas de piedra o mazmorras. Detrás de ellas fui bienvenido a España por dos individuos, que a primera vista los hubiese tomado por dos jesuitas, ya que iban cubiertos con capas negras que llegaban hasta el suelo, y sombreros de ala ancha sobre sus cabezas. Pero por sus órdenes me hicieron darme cuenta que eran aduaneros. Me pidieron que ordenases a los -Calleseros- llevar el coche hasta la Aduana, donde mis baúles fueron abiertos y registrados, aunque no de la manera salvaje que es práctica usual en Inglaterra […]"
"La posada de Santa Lucía, donde me apeé, no es mucho mejor que un -Estallage- portugués. Sin embargo, sus paredes son resistentes, el tejado no cruje y el suelo está pavimentado con piedrecillas, como una calle. Aquí, como en Portugal, las ventanas no tienen cristales, solo contraventanas, que excluyen la luz, si al mismo tiempo se trata de evitar la lluvia, el viento o el frío. No hay cajones, ni armarios, ni espejos. Aquí, digo Batiste, tales piezas de mobiliario no están -a la mode comme en France-, aquí las sillas se bambolean y las mesas están grasientas, exactamente igual que en los -Estallages-. Pero las -camas altas- son algo que aquéllos no tienen, y como dijo el Señor Posadero, vamos a ser los mejores amigos del mundo, si decido fijar mi residencia en Badajoz"
Batiste era su criado, y se alegraba de poder dormir en una cama alta rellena de lana, con sabanas limpias cada noche, y no en el suelo sobre esteras y paja, como había dormido en Portugal.
"Este Posadero, toca la guitarra mejor que cualquier otra persona que yo haya oído, y su sociabilidad es equivalente a su habilidad en la música. El quería tocar mientras me afeitaba -para desenfadar a Usted-, me dijo; algo así como para divertirme un rato. ¿Podría llevar su cortesía más lejos.?"
"Nada más llegar a la Posada había mandado a Batiste con una nota para el cardenal Acciaioli, informando a su Eminencia de mi llegada, y pidiéndole permiso para ser admitido -al bacio della sacra porpora-, y ofrecerlo mis servicios por Italia"
El ser admitido al beso de la púrpura sagrada es el ceremonial del besamano o besamanto.
Portugal había expulsado al Nuncio Papal, rompiendo las relaciones diplomáticas con la Santa Sede durante 9 años (1760-69). El problema había sido originado por la presencia de los Jesuitas en Portugal. La mayoría habían sido expulsados en 1759 de Portugal por la sospecha de que habían tomado parte en un atentado contra el Rey o por su oposición al gobernador Marqués de Pombal, que a partir de entonces intentó unir sus fuerzas con España y Francia para obligar al Papa Clemente XIII a extinguir la Compañía de Jesús. En Francia se les expulsarían en 1764, en España en 1773 y se llegó a considerar extinguida en 1773.
Leonardo Hernández Tolosa nos cuenta en su libro de Noticias que el Nuncio de Portugal, el Cardenal Aciachiolli, entra en Badajoz tres meses antes, desterrado, "trayendo hasta la Raya 50 caballos de custodia; fuese a apear a la posada o mesón de la Soledad". En cuanto a las causas, solo sabe que "habiendo casado el hermano del Rey de Portugal con una hija suya, mandó iluminar la Corte por tres días, y no lo efectuó el Nuncio, por cuyo motivo al día siguiente encontró todo su palacio cercado"
Se le ofreció en Badajoz el palacio episcopal y "los Caudales del Cabildo", el cual rehusó para no ser una carga, aceptando alojarse en una casa de la calle del Granado, abandonando nuestra ciudad a los cuatro meses de su llegada.
Baretti se encontró en Badajoz con un amigo médico milanés y juntos fueron a ver al cardenal.
"Con su Eminencia hay un joven -Monsignore-, su sobrino, y algunos otros caballeros italianos, todos sinceramente cansados de su larga estancia aquí y deseándola cambiarla por Roma. Badajoz, dicen, no es una residencia muy cardenalicia. Exceptuando el Gobernador, Conde de la Roca, y dos o tres oficiales de la guarnición, que han visto mundo, no hay gente preparada para conversar. Los -Badajozians- que probablemente nunca vieron un Cardenal dentro de los muros desde que éstos fueron construidos, sienten por su Eminencia una especie de respeto, que llega hasta la adoración, o la idolatría, como él mismo lo denomina, y que él devuelve con innumerables bendiciones por cualquier parte que vaya."
Durante cinco horas pudieron conversar, y al día siguiente siguió si viaje, "con el corazón lleno de la mas sincera tristeza", pero no por dejar a Badajoz, sino por el recuerdo de nuestra paisana Paolita, una de las mujeres que conoció en Elvas y de la que no podía sacarla de sus pensamientos.
"En el extremo norte del puente de Badajoz hay una portilla flanqueada por dos torres redondas de piedra o mazmorras. Detrás de ellas fui bienvenido a España por dos individuos, que a primera vista los hubiese tomado por dos jesuitas, ya que iban cubiertos con capas negras que llegaban hasta el suelo, y sombreros de ala ancha sobre sus cabezas. Pero por sus órdenes me hicieron darme cuenta que eran aduaneros. Me pidieron que ordenases a los -Calleseros- llevar el coche hasta la Aduana, donde mis baúles fueron abiertos y registrados, aunque no de la manera salvaje que es práctica usual en Inglaterra […]"
"La posada de Santa Lucía, donde me apeé, no es mucho mejor que un -Estallage- portugués. Sin embargo, sus paredes son resistentes, el tejado no cruje y el suelo está pavimentado con piedrecillas, como una calle. Aquí, como en Portugal, las ventanas no tienen cristales, solo contraventanas, que excluyen la luz, si al mismo tiempo se trata de evitar la lluvia, el viento o el frío. No hay cajones, ni armarios, ni espejos. Aquí, digo Batiste, tales piezas de mobiliario no están -a la mode comme en France-, aquí las sillas se bambolean y las mesas están grasientas, exactamente igual que en los -Estallages-. Pero las -camas altas- son algo que aquéllos no tienen, y como dijo el Señor Posadero, vamos a ser los mejores amigos del mundo, si decido fijar mi residencia en Badajoz"
Batiste era su criado, y se alegraba de poder dormir en una cama alta rellena de lana, con sabanas limpias cada noche, y no en el suelo sobre esteras y paja, como había dormido en Portugal.
"Este Posadero, toca la guitarra mejor que cualquier otra persona que yo haya oído, y su sociabilidad es equivalente a su habilidad en la música. El quería tocar mientras me afeitaba -para desenfadar a Usted-, me dijo; algo así como para divertirme un rato. ¿Podría llevar su cortesía más lejos.?"
"Nada más llegar a la Posada había mandado a Batiste con una nota para el cardenal Acciaioli, informando a su Eminencia de mi llegada, y pidiéndole permiso para ser admitido -al bacio della sacra porpora-, y ofrecerlo mis servicios por Italia"
El ser admitido al beso de la púrpura sagrada es el ceremonial del besamano o besamanto.
Portugal había expulsado al Nuncio Papal, rompiendo las relaciones diplomáticas con la Santa Sede durante 9 años (1760-69). El problema había sido originado por la presencia de los Jesuitas en Portugal. La mayoría habían sido expulsados en 1759 de Portugal por la sospecha de que habían tomado parte en un atentado contra el Rey o por su oposición al gobernador Marqués de Pombal, que a partir de entonces intentó unir sus fuerzas con España y Francia para obligar al Papa Clemente XIII a extinguir la Compañía de Jesús. En Francia se les expulsarían en 1764, en España en 1773 y se llegó a considerar extinguida en 1773.
Leonardo Hernández Tolosa nos cuenta en su libro de Noticias que el Nuncio de Portugal, el Cardenal Aciachiolli, entra en Badajoz tres meses antes, desterrado, "trayendo hasta la Raya 50 caballos de custodia; fuese a apear a la posada o mesón de la Soledad". En cuanto a las causas, solo sabe que "habiendo casado el hermano del Rey de Portugal con una hija suya, mandó iluminar la Corte por tres días, y no lo efectuó el Nuncio, por cuyo motivo al día siguiente encontró todo su palacio cercado"
Se le ofreció en Badajoz el palacio episcopal y "los Caudales del Cabildo", el cual rehusó para no ser una carga, aceptando alojarse en una casa de la calle del Granado, abandonando nuestra ciudad a los cuatro meses de su llegada.
Baretti se encontró en Badajoz con un amigo médico milanés y juntos fueron a ver al cardenal.
"Con su Eminencia hay un joven -Monsignore-, su sobrino, y algunos otros caballeros italianos, todos sinceramente cansados de su larga estancia aquí y deseándola cambiarla por Roma. Badajoz, dicen, no es una residencia muy cardenalicia. Exceptuando el Gobernador, Conde de la Roca, y dos o tres oficiales de la guarnición, que han visto mundo, no hay gente preparada para conversar. Los -Badajozians- que probablemente nunca vieron un Cardenal dentro de los muros desde que éstos fueron construidos, sienten por su Eminencia una especie de respeto, que llega hasta la adoración, o la idolatría, como él mismo lo denomina, y que él devuelve con innumerables bendiciones por cualquier parte que vaya."
Durante cinco horas pudieron conversar, y al día siguiente siguió si viaje, "con el corazón lleno de la mas sincera tristeza", pero no por dejar a Badajoz, sino por el recuerdo de nuestra paisana Paolita, una de las mujeres que conoció en Elvas y de la que no podía sacarla de sus pensamientos.
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