Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

sábado, 25 de abril de 2009

La batalla naval y desembarco en el Guadiana de 1807



Acogió con entusiasmo la ciudad de Badajoz el nombramiento, por Real Decreto del 13 de enero de 1807, de nuestro paisano Manuel Godoy Álvarez de Faria como Gran Almirante de España e Indias.

El por entonces gobernador militar y corregidor de Badajoz, el mariscal de campo Carlos Wite, propuso y aprobó en el cabildo hacer fiestas públicas en señal de regocijo.

Comenzaron los actos el 4 de febrero. Se celebraron numerosos actos, lanzamiento de cohetes, conciertos, bailes, desfiles…

El día 10, por ejemplo, se organizó un simulacro en el camino de Yelves, representando las líneas que el duque de Werwich construyó allí mismo en las guerras de Sucesión. Defendía la línea el capitán general Carrafa, con la mitad de las tropas de la guarnición, dos compañías de milicias urbanas, tres cañones y un obús, atacándolas el gobernador de la plaza con la otra mitad de las fuerzas.

Pero lo más notable, de las muchas celebraciones, tuvo lugar el día 22 de febrero...

Se representó en las aguas del Guadiana una auténtica batalla naval, rememorarando aquellos desembarcos del siglo XVI de la que fue primera infantería de marina de la historia, los tercios embarcados fijos del Imperio Español de Felipe II, que lucharon contra el Imperio Otomano y los piratas berberiscos por el control de las costas del Mediterráneo.

A las dos de la tarde, el puente, murallas y riberas del Guadiana estaban ocupadas de un inmenso gentío de esta Ciudad, de los lugares circunvecinos e incluso del inmediato Reino de Portugal. Estaban expectantes por la novedad de lo que no había sido visto jamás por estos naturales.

Se podía ver en el cabo que forma el Guadiana, aún llamado el Pico, un castillo artificial de dos cuerpos, sostenido de artillería de a cuatro, divisándose en sus almenas un Víctor dedicado a S.A.S. sobre el que tremolaba una bandera azul defendida por los musulmanes.

A las tres se vio salir de los molinos de la Ciudad, situados más abajo del Puente de Palma, un barco con bandera blanca, dejando formados en tres líneas los restantes que componían la armada Española al mando del Capitán Don Jacinto Jarones.

El barco descubridor pasó el puente, y habiendo divisado la Isla de las Monas, en la desembocadura del Gévora, en la que quedaba una Escuadra Mora al mando del Subteniente Don José Portet, puso en popa bandera encarnada, retrocediendo ambos contendientes rápidamente a dar aviso a sus respectivas escuadras de tener a la vista buques enemigos.

Reunidas las descubiertas con las armadas, y aproximadas una a la otra, se tiró por el Comandante de la Española un cohete, a cuya señal presentaron las embarcaciones sus costados, y se comenzó por una y otra parte el fuego de fusilería, que duró sobre media hora, en cuyo espacio de tiempo la Española tomó a fuerza de remo el costado de la enemiga, arroyándola y obligándola a ponerse en fuga hasta desembarcar en la paredilla, que está enfrente de los hornos de cal, en las faldas del cerro de San Cristóbal.

Inmediatamente los Españoles dirigieron su rumbo a la izquierda, y dejando en sus buques parte de la tripulación, saltó la restante a tierra, siguiendo el alcance de los moros, quienes ya se hallaban formados en las alturas de los hornos, desalojándolos de allí con un vivo fuego que les obligó a embarcarse de nuevo, dándoles caza hasta que desembarcaron en el Castillo del Pico, cuya artillería con su activo fuego hizo retroceder a la Española.

En este estado, su Comandante Jarones dispuso un barco, que con bandera parlamentaria se dirigió al enemigo, quien al divisarlo enarboló igual bandera, lo saludó con un cañonazo, y formada su Tropa salió a recibirle. Intimados los musulmanes a rendirse, bajo la amenaza de ser pasados a cuchillo, contestaron que no se rendían, con lo que Jarones despidió el Parlamento, y se reunió con su Escuadra española, repitiendo con otro cohete la señal de ataque para el que se formó en dos columnas.

Los moros sostuvieron el asalto desde las orillas con su fusilería y artillería, pero habiendo desembarcado los Españoles por la derecha e izquierda, fueron atacados hasta obligarles a rendirse.

Seguidamente subió el Comandante Español al Castillo, y enarbolando en él la bandera blanca, anunció su victoria con una descarga, recogió el Víctor, que colocó en su Capitana sobre un alto pendón, y conducidos a bordo los Moros prisioneros, desembarcaron en la Puerta Nueva, y desde allí los llevaron en triunfo por las principales calles.

Hechas dos descargas de fusilería al frente de las casas del Excmo. Sr. Capitán General y del Señor Gobernador Corregidor, llegaron a las de S.A.S., en cuyo balcón principal, que estaba magníficamente colgado e iluminado, entregaron el Víctor al Coronel Don Ignacio Paymo y Mateos, en medio de tres descargas de fusilería y repetidos vivas del numeroso pueblo.