Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

domingo, 23 de mayo de 2010

El juego del frontón en las murallas de Badajoz. El viaje de T. M. Hughes de 1846

.

Era la mañana del 4 de octubre de 1846 cuando llegaba a Badajoz Terence McMahon Hughes, escritor, viajero, hispanista y lusitanista angloirlandés, que llevaba ya algunos años afincado en España, y que después de publicar un libro sobre su estancia en nuestro país (Revelations of Spain in 1845, by an english resident), realiza un nuevo viaje, que tenía como punto final Lisboa, y es por ello que pasa por Badajoz, alojándose en la por entonces fonda Tres Naciones, como antes lo hicieran otros viajeros como Borrow (1836) y de Paula (1842), o después Ford (1855) y O'Shea (1860). De este viaje nació otro libro (An overland journey to Lisbon at the close of 1846: with a picture of the actual state of Spain and Portugal), en cuyo segundo volumen contiene el itinerario que pasa por Talavera de la Reina a Lisboa pasando por Trujillo, Mérida, Badajoz, Elvas…

Al llegar a Talavera la Real, Hughes se desvió para conocer el pueblo de La Albuera, lugar ya famoso en Inglaterra por su sangrienta batalla, llegando así a Badajoz por el camino de Sevilla:

“El camino pasa primero por un arroyuelo que fluye a través de una agradable cañada, llamado Val de Sevilla, o vale de Sevilla. Luego por una dehesa, o pasto silvestre común, llamada La Florida, con abundantes arbustos aromáticos. A continuación cruzamos el puente de San Gabriel, y dejando a la derecha el fuerte de Picuriñas, el que fue tomado tan heroicamente por el General Kempt, entramos en Badajoz.”

Sobre la fonda de las Tres Naciones, que estaba en la calle de la Moraleja, actual calle Ramón Albarrán, dice que era la mejor, pero también más abusiva Fonda en la ciudad. Pero, como según dice él “la cocina es delicada y el cocinero italiano, y quizás sea mejor alojarse con alguien un poco granuja”, que en una casa inferior. Avisa a todos los futuros viajeros, que le podían llegar a cobrar cerca de quince dólares. Así informa sobre Badajoz:

“Badajoz es una gran ciudad, la capital de la provincia, la sede de un obispado, y cabeza del distrito militar de Extremadura, con 12.680 habitantes. Es la residencia del Capitán General, el Jefe político, y otras autoridades. Tiene una catedral y cuatro iglesias parroquiales, y está situado en la orilla izquierda del Guadiana, sobre la que se eleva a unos 300 pies, a una legua y media de la frontera portuguesa. El muy malo suministro de agua, se trata de compensar con las tuberías y cisternas, contrastando estos recursos de arte moderno con los magníficos acueductos romanos de Mérida y la vecina Elvas. Las calles, sin embargo, aunque groseramente pavimentadas, están limpias, y, en este sentido, es muy superior a la vecina ciudad portuguesa de Elvas. El campo de los alrededores es productivo, pero principalmente es utilizado para el pasto, además de maíz, vino, aceite, frutas y todo tipo de verduras. Algunos jamones son fabricados aquí, también hay algunas curtidurías, y telas de lana se tejen en el Hospicio.”

Escribe sobre el pasado militar de Badajoz, ciudad fuerte, con poderosas fortificaciones, recientemente reparadas, haciendo especial hincapié en la aún reciente Guerra de la Independencia y el asalto inglés de 1812. Recorre los lugares por donde se realizaron los ataques ingleses, y a su regreso, cuando va a entrar por puerta Trinidad, que él la llama de Mérida, nos describe a que jugaban los vecinos:

“…vi a dos grupos de vecinos y gente de campo divirtiéndose jugando al frontón contra las murallas exteriores, en los ángulos adecuados que formaban los poderosos baluartes que defienden este importante acceso, en cuya construcción se emplearon todas las habilidades de los ingenieros, y que en consecuencia presenta un impresionante y en apariencia inexpugnable frente.

Las paredes tienen aquí gran altura, y entre sus ángulos se habían trazado convenientemente los campos donde se había reanudado el juego con gran vigor.

Los españoles juegan a la pelota a mano con una pelota mucho más elástica que la que nosotros utilizamos. La pelota se eleva a una gran altura, y el jugador o espera a que baje, o la golpea por encima del hombro, y toda esta gran elasticidad produce diferencias en el estilo de juego.

Era curioso ver a los hombres de la ciudad, en pantalones y con la cabeza descubierta, mezclados con los robustos muchachos del campo, cada uno con un pañuelo Barcelona atado en la cabeza, polainas de cuero o tela abiertas por los lados, calzones abiertos en las rodillas, y las filas de innumerables botoncillos colgantes rebotando con esfuerzo, arriba y abajo, a lo largo de toda la línea de la cintura al tobillo. No podía evitar sentir cuánto mejor era batir las poderosas murallas con estas inofensivas y deportivas pelotas que con bolas de otro tipo.”

De la catedral sólo remarca los cuadros de Morales, diciendo que “los franceses, con su acostumbrada rapacidad, se llevaron lo mejor de sus cuadros”.

Nos hace una descripción del desaparecido convento de San Francisco:

“…Un poco más adelante está el Convento de San Francisco, una estructura más hermosa, con claustros de gran alcance en una doble fila de arcadas, como todos los edificios públicos aquí, con sabor morisco, que me recuerda a Sevilla. Pero yo no recuerdo nada, ni siquiera en Sevilla, con una estructura conventual cuyo exterior sea tan imponente. Las paredes están almenadas en forma de sierra mora, como se ve en las paredes de Sevilla, pero aquí sólo se aplicaba ornamentalmente, y la torre central, con sus pequeños pináculos, da integridad a la estructura. El interior, debido a la secularización de estas instituciones, es de poco de interés. Sin embargo, sigue existiendo una buena ejecutada estatua de San Francisco, de piedra, en la entrada principal. El claustro ocupa dos lados del edificio…”

En cuanto a su plaza:

“La plaza se llama Campo de San Francisco. En frente se abre el Paseo, el principal paseo público, que es pequeño pero muy aseado, surtido con fuentes y con asientos en toda su longitud, con dos filas de hermosas acacias y alemas, que nada puede ser más hermoso y refrescante a la vista.
El domingo por la noche, una banda militar divierte a los habitantes con una selección de piezas en este paseo, que se llama Delicias de Alao
[sic Anleo], por un ex gobernador de ese nombre, y siempre es un lugar agradable donde ir los ciudadanos.”

Describe a las señoras con mantilla, simplemente atadas, sin el alfiler que estaba de moda en Madrid, con ojos “tan oscuros como los de Sevilla, y su tez revela también que todo esto fue durante siglos un país árabe. No he visto mucha belleza, pero los ojos de las mujeres en la ribera del Guadiana son tan fascinantes como las de las de Andalucía. Una chica de diecisiete años, de la clase humilde, me pareció una de las más bellas criaturas que había visto nunca, ni siquiera en Cádiz o en Sevilla. Ella tenía un rostro ovalado, de regularidad como la Virgen, nariz, mejillas, barbilla y frente, y los ojos como rayos de energía, que utiliza, como parece, medio inconscientemente, como una especie de fascinación Dudu.

Los hombres del paseo los describe con la capa colocada con gracia en el hombro izquierdo, excesivamente aficionados a hacer juegos de palabras, con coquetería en el estilo de sombrero usado por los jóvenes de Badajoz:
"Hay algo de coquetería en el estilo de sombrero usado por la gente joven de Badajoz, que merece nuestra atención. Si bien a lo largo de Extremadura casi todo el mundo usa los redondos de fieltro (marrón o negro) con alas bastante amplias, más por utilidad que como adorno, y en su mayor parte sin esos dos penachos que se llevan en toda la Península en el centro y en el ala del lado derecho, aquí la mayor parte de los jóvenes usan informalmente un sombrero bajo de terciopelo negro, con el ala muy doblada hacia arriba, y con grandes mechones negros a juego. Era una moda que empezaba a extenderse en Andalucía cuando estuve allí hace tres años, entre los majos o “machos” y ha sido importada hasta ahora, como también lo han sido algunos usos de majos entre ellos, la chaqueta con entorchados y rayas hasta el cuello, espaldas y mangas, en las formas y colores más fantásticos. Otra peculiaridad del vestuario que he detectado en el Paseo es la capa de los oficiales militares, que en todos los casos lleva bordada, ya sea en la espalda o más abajo en el lado, algún diseño o emblema indicativo de su regimiento. Los temas interpretados por la banda militar son ligeros y animados, lo que indica lo extendido del buen oído de los españoles, pero la ausencia de formación científica."

Hughes intenta averiguar la verdadera casa donde nació Godoy y para ello desciende hacia la puerta de Palma y, a continuación, manteniéndose en el interior, toma el antiguo paseo de la Alameda Vieja a la derecha, siguiendo la línea de la muralla hasta llegar a la siguiente Puerta, frente a la que está el Palacio de Godoy, describiéndolo como “una magnífica mansión construida en piedra cortada fina, coronada por dos torres almenadas y en una especie de semiserrado de estilo morisco, con un aumento del pináculo del centro. La estructura es totalmente noble, y, con mucho, la mejor residencia privada en Badajoz.

Pero como averiguó Hughes, esta no fue el lugar donde nació, sino como dice, “en las inmediaciones, en una alta, llamativa, pero más bien casa en ruinas, (una de las mejores de los viejos tiempos de Badajoz) en la calle de Santa Lucía, adyacente al jardín del palacio que se construyó posteriormente.Las vistas desde la pared frente del Palacio de Godoy es una de los mejores de Badajoz. Debajo los flujos de Guadiana, un noble río, incomparablemente mejor que el más vanagloriado Guadalquivir. Incluso en esta distancia del mar, es de gran amplitud, y atravesado por un espléndido puente de veintiocho arcos. El puente se ve mejor desde este punto, con la caseta blanca de guardia en su centro. El río fluye tranquilo y puro…


.