Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

sábado, 6 de junio de 2009

George Borrow y los gitanos de Badajoz. 1836. 2ª parte


Al Gitano manco le designaban generalmente con el diminutivo de Paco. Un día fue a presentarle a Borrow a su mujer, quien, aunque miserablemente vestida, es cierto que merecía los elogios que de ella hizo el marido. Acompañábales otro gitano, hombre ya de cuarenta y cinco años, que medio ocultaba su desnudez con un pellejo de carnero. Era una mezcla de pastor salvaje y de bandido.

"Ahí tiene usted mi mujer y mi suegro", le dijo Paco al entrar.

Borrow: Me alegro de verles. ¿Cómo se llaman?
Paco: María y Antonio López.
Borrow: ¿No tienen otro nombre?, ¿un nombre gitano? en mi país los Gitanos tienen dos nombres, uno que conocen los Busnis, y otro que solo ellos.
Antonio: No tenemos otro nombre... ¡Déme usted la mano, hermano! Bien hubiera venido a verle antes, pero fui a Olivenza por un caballo. ¡Mucho me alegro de oírle, porque aborrezco a los Busnis, y amo a los Calorés de los países extranjeros! Para mí no son extranjeros, y por otra parte se han mantenido más fieles que nosotros a la ley de nuestros padres.
Borrow: ¿Ha encontrado usted alguna vez Calorés que no fuesen españoles?
Antonio: Le diré a usted, hermano. Yo servia en el ejército cuando la guerra de la independencia. Un día de batalla, en una refriega en que nos batíamos cuerpo a cuerpo, un soldado francés se me echa furioso encima, y tras una lucha desesperada me arroja al suelo; era él mas fuerte, pero todavía le opuse yo gran resistencia; y así fuimos rodando un buen espacio. Con todo ya me había puesto el pie en la garganta, y con su bayoneta iba a atravesarme, cuando le dirigí, una última mirada, y al encontrarse nuestros ojos, exclamé:
«Zíncalo! Zíncalo!»
Al oír estas palabras, suelta el fusil, me levanta, me lleva fuera de aquel sitio, y detrás de una colina hablamos como dos hermanos, olvidando él su país y yo la España para hablar de nuestro pueblo.
Borrow: Y ¿de qué país era aquel Zíncalo?
Antonio: Díjome que era un Mayoras.
Borrow: ¡Ah! un Magyar, un Húngaro.
Antonio: Sí, eso es: quiso persuadirme a que me fuese con él a su país, pero no pude resolverme a ello; y a fe me arrepiento a veces, porqué el Magyar me dijo cuanto mejor había nuestra raza conservado sus costumbres en la Hungría que aquí, en donde la ley del rey ha destruido la de los Calés y nos ha desunido. Hubo un tiempo en que la casa de todo gitano, por rico que fuese, estaba siempre abierta para sus hermanos necesitados y desnudos. Pero en Badajoz no tenemos mas que un Gitano rico, y este se avergüenza de sus hermanos, y se casó con la hija de un Busni. Estoy seguro de que no ha venido a verle a usted. Avaro! Como sabia que según nuestra ley debía obligar a usted a que viviese en su casa, ha preferido que se quedase usted en el mesón; y por esto no ha visto usted mas hermanos que a Paco y otros tan pobres como él, que nada han podido ofrecerle. Acepte V al menos esta meligrana que para usted he cogido.
Al decir esto, sacó de debajo del pellejo de carnero una granada, que Borrow no rehusó.

A los Gitanos de Extremadura generalmente le llamaban Calés, Chais ó Chabos, y decían que vinieron de Chai (Egipto). Varias veces Borrow les preguntó que porque se llamaban Egipcios ó Gitanos, y si alguna tradición indicaba que la tierra de los Faraones fuese realmente su madre patria.

Los Gitanos miraban Egipto como una región imaginaria, o cuanto decían referíase a las tradiciones bíblicas de los cristianos entre quienes vivían. He aquí, por ejemplo, la leyenda que le contaron a Borrow los gitanos de Badajoz:

«Érase en Egipto un gran rey, llamado Faraón; tenia muchos ejércitos, conquistó el mundo, y cuando lo hubo conquistado, triste y sombrío, sin saber ya a quien hacer guerra, se la declaró a Dios. Dios despreció su orgullo; pero para castigarle, abrió una caverna en una enorme montaña, atrajo a ella a Faraón y a su ejército, y luego cerrando la montaña sepultó vivos al rey y a los soldados. Todavía se les oye gritar ó cantar en aquella cárcel la víspera de S. Juan: pero cuando el Egipto quedó sin rey y sin capitanes, las demás naciones se sublevaron y echaron a los Egipcios, que desde entonces andan errantes y dispersos.»

Borrow recordaba el versículo último, capítulo 30 de la profecía de Ezequiel:

"Y pondré disperso a Egipto entre las naciones, y los aventaré por las tierras, y sabrán que yo soy el Señor."
Aprovechemos para aclarar el asunto de los orígenes de esta etnia y cuando pudieron establecerse en Badajoz.

Siempre se había dicho que gitano provenía de egipciano, es decir proveniente de Egipto.

Los Gitanos o Cíngaros son una de las etnias más antiguas. No proceden de Egipto como hasta hace bien poco se discutía en los libros, sino del "pequeño Egipto", como ahora veremos. En realidad su origen está en el norte de la India.

Constituían una de las numerosas tribus que poblaban el viejo subcontinente indio antes de que se produjesen las primeras invasiones de los arios.

Hacia el 1500 a. de C. cientos de miles de cíngaros optaron por el exilio. Abandonaron la india regida por los bramanes.

Las tribus que primigeniamente convivieron con arios y dravidianos, como es el caso de los gitanos quedaron descastados, y constituyeron, junto al resto de las tribus pobladoras del subcontinente, un descomunal bloque social conocido como los intocables.

Miles de gitanos reunieron sus escasas pertenencias en sus viejos carromatos e iniciaron la más larga de las migraciones conocidas hasta la fecha.

Muchos de ellos se desplazaron hacia otras zonas de la India. En la actualidad, se encuentran diseminados en numerosos estados. Por el contrario, otros muchos iniciaron un largo éxodo a Occidente.

En su forzado éxodo llegaron a Persia. En Bizancio los gitanos se convirtieron al cristianismo. Su estancia en la antigua Bizancio (actual Turquía) era la causa de la vieja creencia del origen egipcio de los gitanos (Egipto-egipciano-gitano), confusión ampliamente extendida entre estudiosos y eruditos del Renacimiento y el Siglo de Oro.

Los Registros de Arras de 1421 narran "la llegada de extranjeros del país de Egipto". Una crónica de la ciudad de Constanza hace venir a los gitanos que visitan la ciudad en 1438 de "una isla no lejos del pequeño Egipto".
La explicación no es otra que la confusión que produce la región deİzmir (Turquía), conocida por los turcos como "el pequeño Egipto".

Ha sido una constante entre los cíngaros el acoso al que han sido sometidos históricamente. Su largo peregrinar no acabó con su llegada a Europa. Los gitanos, aunque cristianos, incorporan a la religión una enorme y variopinta gama de ritos ancestrales que fueron considerados paganos e incluso heréticos por los tribunales inquisitoriales de la sociedad del siglo XV.

Borrow decía hablando de los Zíncalis:

"Si un dios intervino en el Éxodo de los Zincalis, ya lo han completamente olvidado. Si vinieron de la India, no trajeron de allí ningún recuerdo de Budha ó de Brahma, ningún ídolo ni observancia religiosa. Si del Egipto, tampoco han conservado ninguna creencia egipcia: y por lo mismo que jamás han podido explicarse a sí mismos su peregrinación por el mundo, adoptaron esa tradición, que sin duda debió su origen a la superstición cristiana de la edad media, y la cual en su destierro vio el castigo y expiación de la crueldad de sus padres para con la Virgen madre y el niño Jesús en su fuga a Egipto"
Al poco de llegar a la península Ibérica, Isabel la Católica promulgó una pragmática que condicionaba su permanencia en España a que abandonaran su vida errante y ociosa, que constituía un mal ejemplo para sus vasallos, y tomaran un oficio, o se pusieran al servicio de un señor:

"Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos con sus mujeres e hijos, que del día que esta ley fuera notificada y pregonada en nuestra corte, y en las villas, lugares y ciudades que son cabeza de partido hasta sesenta días siguientes, cada uno de ellos viva por oficios conocidos, que mejor supieran aprovecharse, estando atada en lugares donde acordasen asentar o tomar vivienda de señores a quien sirvan, y los den lo hubiese menester y no anden más juntos vagando por nuestros reinos como lo facen, o dentro de otros sesenta días primeros siguientes, salgan de nuestros reinos y no vuelvan a ellos en manera alguna, so pena de que si en ellos fueren hallados o tomados sin oficios o sin señores juntos, pasados los dichos días, que den a cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos reinos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en las cadenas, y los tornen a desterrar, como dicho es, y por la tercera vez, que sean cautivos de los que los tomasen por toda la vida".
A partir de entonces no hubo rey que no siguiera dictando leyes represivas agravando las anteriores, incluso se sopesó la idea de intentar extinguir la raza separando a hombres y mujeres.

George Borrow dijo “quizás no haya un país en el que se hayan hecho más leyes con miras de suprimir y extinguir el nombre, la raza y el modo de vivir de los gitanos como en España".

En 1749 se produjo la Gran Redada o Prisión General de Gitanos, con el objetivo declarado de arrestar y finalmente extinguir a todos los gitanos del reino, sin excepción de sexo, estado, edad, o reserva con respecto a refugio alguno al que se hayan acogido.

Carlos III los indultaría 14 años después, pero en 1783 intento mediante la asimilación solucionar el "problema" de asentarlos.

Les dio la ciudadanía española a cambio de fijar su residencia, o de emplearse, trabajar en cualquier actividad, penalizándose a los gremios que impidan la entrada o se opongan a la residencia de los gitanos. Tenían que abandonar su realidad étnica, como la forma de vestir, no usar el caló y abandonar la vida errante.

Borrow escribió:

"Ello es que de setenta años acá la población Gitana de España ha ido menguando; y bajo este respecto, el rigor de las leyes le era más favorable que la tolerancia. Desde que no tienen que defenderse como casta, desde que pueden entrar en las demás clases de la nación, ya por medio de un oficio, ya por las riquezas adquiridas; los gitanos no pasan de cuarenta mil, al paso que antiguamente los autores contaban hasta sesenta mil de aquella raza."

Fue por esto por lo que Borrow pudo encontrar en Badajoz a diez familias, entre las cuales se encontraban la primera generación de Gitanos de Badajoz…
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