Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

domingo, 22 de abril de 2007

Badajoz en la guía para España y Portugal de Henry O’Shea. 1860

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Henry George O’Shea, autor del abultado volumen "A guide to Spain and Portugal" publicado por primera vez en 1865 y del cual sacaron posteriormente numerosas ediciones, escribió una auténtica guía de viajes. A Extremadura tuvo que venir en 1860.

Como otros viajeros, debido fundamentalmente a la dificultad de las comunicaciones, describe a nuestra región como apartada, aburrida y sin interés, con ilimitadas e inexploradas llanuras, con pueblos como "días felices, pocos y alejados entre sí", recomendando su visita sólo a turistas "especiales" que les guste la soledad y el silencio, con gusto por la historia natural inexplorada, eligiendo la primavera y el otoño para su visita.

Nos habla que en Badajoz existen dos posadas para hospedarse: Las Tres Naciones y el Panseco, y que cuenta con una población en 1860 de 22.895 habitantes, y esto es lo que nos cuenta de la capital de la provincia del mismo nombre y capitanía general de Extremadura, en el margen izquierda del Guadiana, al que se une aquí el Rivillas:

"La ciudad se alza pintorescamente en las laderas de una colina coronadas por las ruinas de un viejo castillo. Aunque es la ciudad más grande de Extremadura y sede episcopal, es aburrida y sin apenas referencias históricas. El campo de San Juan es una gran plaza donde se encuentra la catedral, el ayuntamiento, el teatro y las tiendas principales; en el centro está el umbroso salón, el paseo más de moda. No destacan las iglesias. La catedral, como sucede con una iglesia situada en una frontera peligrosa, participa del estilo de la fortaleza y es a prueba de bomba. El interior consiste en tres naves, con un altar mayor inexpresivo y una magnífica tumba del obispo Marín de Rodezno. La sillería está bien tallada. Hay algunos buenos cuadros: una Magdalena de Cerezo en la capilla de Santa Ana. Varios cuadros de Morales, un artista de Badajoz llamado por algunos el Parmegiano de España. Los claustros están bastante bien. En la iglesia de la Concepción hay dos Morales desgraciadamente retocados. El puente que atraviesa el río es una magnífica obra de Herrera.

Badajoz es conocida por los lectores de historia de la guerra de la Independencia. Fue cercada por Soult en febrero de 1811 y aunque la plaza estaba bien fortificada y tenía una poderosa guarnición bajo las órdenes del general Menacho, y además estaba protegida por una fuerza auxiliar instalada en el campamento fortificado de Santa Engracia, al final se rindió a los franceses. Este triunfo fue principalmente el resultado de la muerte del gobernador, del ataque previo con éxito y de la toma del campamento. Pero tan pronto como las fortificaciones fueron reparadas, el mariscal Beresford, que mandaba el ejército anglo-portugués, apareció de repente y sitió la ciudad. El mariscal Soult, que aquel momento se encontraba en Cádiz, se apresuró a volver a la cabeza de 17.000 hombres. El ejército aliado se enfrentó a ellos en la Albuera, luchó valerosamente, aunque habría perdido debido a la debilitada posición que ocupaba el general Beresford, quién ordenó incluso la retirada pero le salvó el conde Harding y el 57. Las pérdidas francesas ascendieron a entre 8.000 y 9.000 hombres y la de los aliados a 5.323. El duque de Wellington, después de la captura de Ciudad Rodrigo, no perdió tiempo para atacar Badajoz en marzo de 1812. El lugar estaba defendido por Philippon y 5.000 franceses. Las trincheras se abrieron el mismísimo día de la llegada del duque ya que no se debería perder tiempo pues Soult estaba de camino desde Sevilla y Marmont desde Castilla. El 8 de abril se llevó a cabo el asalto por el sudeste de la ciudad. La resistencia fue tremenda. Las tropas de Colville Burnard fueron acribilladas, la división de Walker (la 5ª) entró en el bastión de San Vicente por el oeste de la ciudad y Picton se hizo con el castillo en el nordeste ganando así la batalla. La ciudad fue saqueada y el duque y sus oficiales fueron incapaces de impedir los excesos más deplorables."

Emprendido por el mariscal Soult el sitio de Badajoz, socorrió el general Mendizábal la plaza, y se estableció con el resto de sus tropas, unos 8.000 infantes y 1.200 caballos, en el campo de Santa Engracia, en la margen opuesta del Guadiana, cerca de la confluencia del Gévora con dicho río, apoyando su ala derecha en el fuerte de San Cristóbal y la izquierda en las alturas de Santa Engracia, con lo cual aseguraba su comunicación con Yelves y Campomayor. El general español, en vez de atrincherarse y fortificarse en sus posiciones, como le había aconsejado Wellington, permaneció inactivo, confiando en la crecida de ambos ríos, sin cuidarse tan siquiera de inutilizar o defender los vados; así es que, en cuanto menguaron las aguas, pasaron a la margen derecha del Guadiana, sin contratiempo alguno, 6.000 infantes enemigos y 3.000 caballos, vadearon también sin dificultad el Gévora, por la derecha la caballería, al mando de Latour-Maubourg, para envolver la izquierda española, y por la izquierda la infantería al mando de Girard, que logró interponerse hábilmente entre el fuerte de San Cristóbal y el ala derecha de Mendizábal.
Apenas iniciada la briosa acometida que ordenó el mariscal Mortier, entró la confusión en nuestras filas; la caballería siguiendo el deplorable ejemplo iniciado por la portuguesa, mal apoyada por la infantería de Mendizábal, se declaró en huída a pesar de los laudables esfuerzos de su general D. Francisco Gómez de Butrón, quien para contenerla se puso a la cabeza de los regimientos de Sagunto y Lusitania. Mendizábal, abandonado por la caballería, se vio pronto envuelto, y aunque formó dos grandes cuadros, sosteniéndose algún tiempo en la altura de la Atalaya, fueron al fin rotos y entrados por todas partes, huyendo los dispersos en todas direcciones. Tan solo una hora duró la pelea, tan ignominiosamente perdida; quedaron en el campo más de 800 muertos y heridos, y en poder del enemigo el general Virues con otros 4.000 prisioneros, y además 17 cañones, 20 carros de municiones, cinco banderas, y gran número de fusiles, sin que los franceses perdiesen arriba de 400 hombres. El sargento primero del regimiento de León, D. Miguel Villar evitó que los franceses se apoderasen de su bandera coronela al caer herido su abanderado. El regimiento del Rey pereció casi todo en tan aciaga jornada; del regimiento de Toledo se salvó también muy corto número de individuos. El teniente de artillería D. José Ponte murió en Yelves a consecuencia de las heridas recibidas. El regimiento de León perdió a su sargento mayor D. Baltasar Cano y gran número de muertos, heridos y prisioneros. El Brigadier D. José de Gabriel perdió gloriosamente la vida sobre el campo de batalla. El general Mendizábal, para rehabilitarse en la opinión, se enganchó como simple soldado voluntario, peleando como tal en la batalla de Albuera tres meses después.

A esto hay que sumar la muerte de Menacho, que llevó a la tan criticada entrega de la ciudad por parte de Imaz, que dejaremos para otra ocasión, para no cansar al personal.

O'Shea termina su exposición sobre Badajoz:

"Se llega a la frontera portuguesa poco después de dejar Badajoz. Se atraviesa el río Caya que separa aquí España de Portugal cerca de la cual, en 1382, el rey Fernando I de Portugal, a la cabeza de un ejército de 16.000 soldados, incluyendo 1.200 soldados ingleses a las órdenes del conde de Cambridge, se juntaron con las tropas castellanas mandadas por Don Juan y fueron testigos de un torneo en el que Miles Windsor fue armado caballero por "la souldich de la Trane"

Durante la guerra de los cien años, Inglaterra y Portugal eran aliados. Al ser proclamado rey de Castilla Juan I, estalló la guerra con Portugal por las pretensiones portuguesas a la corona. En 1382 se concentró en Elvas un fuerte ejército, reforzado por tropas inglesas bajo el mando del hijo del rey de Inglaterra, para la toma de Badajoz. Frente a ellos, en Badajoz se puso personalmente al mando el propio rey Juan I. Ante ello los portugueses no se decidieron a lanzar un ataque definitivo, llegando a un acuerdo, cosa que no debió gustar mucho al conde inglés.

Entre las fuerzas del rey de Castilla, había un joven caballero francés, llamado Tristan de Roye, que después de haber llegado hasta allí, no quería irse sin batirse y demostrar su valor, así que, como no había habido batalla, retó a los ingleses a un combate de caballeros y dirimir quién era el mejor con la lanza de torneo frente a las murallas de Badajoz.

Recogieron el guante los ingleses, eligiendo a un joven llamado Miles Windsor, el cual, dijo al enviado de Tristan de Roye: " amigo, vuelve a tu señor y dile que mañana será derrotado por Miles Windsor, delante de la ciudad de Badajoz, de acuerdo con su petición"

Por la mañana Miles dejó el ejército del conde de Cambridge acompañado por amigos, reuniéndose más de 100 caballeros en el punto acordado con Tristan, al que acompañaban franceses y bretones, habiéndose acondicionado el lugar para el torneo.

Preparados estaban, los dos caballeros con sus lanzas de justas, espolearon a sus caballos y comenzó el torneo, hasta tres lanzas hicieron añicos en su enfrentamiento, pero ninguno caía. El combate era elogiado por todos los caballeros allí presentes, y el combate se dio por finalizado, volviendo cada uno con honores a su ejército.

La paz había sido restaurada y para asegurarse, la forma en que se arreglaban los asuntos las monarquías era con una boda. Habiendo enviudado Juan I, se concertó su boda con la infanta Doña Beatriz, hija del monarca portugués Fernando I, celebrándose dicha boda en Badajoz el 1 de mayo de 1383.

1 comentario:

Ze de Mello dijo...

É un prazer descubrir um blogue que se dedica â história de Badajoz!

Terá um destaque no meu blogue!

Bem Haja