Cuaderno de bitácora de un viajero a lo pasado de la ciudad que le vio nacer. Pequeñas cápsulas del tiempo, pequeñas curiosidades que voy descubriendo en el papel de los libros y periódicos de aquellos que fueron testigos de otro tiempo, y que con estos artículos vuelven a la luz. Quedan invitados a acompañarme en este viaje.

lunes, 19 de mayo de 2008

Sonidos del Rivillas


Silencioso duerme el Rivillas al regazo de la Alcazaba, ¿Quién le canta para que no despierte enfurecido? ¿Quién le despierta para que proteja a Badajoz de sus enemigos?

Tres vegas llegan por el sur, y unidas llegan para proteger el lado Este de la Alcazaba, el Rivillas le llaman, diminutivo de Riverillas dicen.

¿Desde qué confines llegan sus aguas? ¿Qué torrenteras alimentan su lacónico curso y que caminos tuvieron que recorrer para mover la piedra del Molino de la Tarasca o alimentar la isla del Badajoz que imaginó Dosma?

Hasta 38 kilómetros de cauce hay que recorrer para descubrir quién llora para verter sus lágrimas y lo haga nacer.

Enigmático lugar…

Hasta La Cascarilla hemos de ir, al Pozo de la Mezquita, junto al Dolmen de El Rebellado, bajo la vigilancia cercana del Castillo de los Arcos. Casi a mitad de camino de los 17 kilómetros que separan Almendral y Valverde de Leganés, camino que atraviesa sus primeros metros de vida.
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Hasta estos confines llega el Término Municipal de Badajoz, que gracias a esta vega aún suenan las Tierras de Badajoz en estos lugares del Mediodía, no dejando unirse a los de Almendral y Valverde.

Nace así, Pacense, el Rivillas. Siguiendo al nordeste atraviesa La Golondrina y El Rubio, y en Valdesevilla se le une, a su siniestra, el arroyo del mismo nombre, y que en algunos mapas de los antiguos le disputa al Rivillas el predominio del nombre hasta llegar a Badajoz.

Tras pasar El Bujo deja al pueblo de la Albuera a su derecha, que le impide ir a morir a la Rivera de los Limonetes, permitiendo así el paso expedito de la unión de las carreteras de Sevilla y Huelva hasta Badajoz, y ya caminan juntos, pero no revueltos, los viajeros y las aguas, que les sirven de guía y murmullo a su izquierda.

Pasada la Dehesa Nueva se le une un nuevo compañero, el Arroyo del Cahoso y a poco más de dos kilómetros recoge nuevamente a su izquierda el Arroyo de la Risca.

Continuamos un poco más, ya divisamos Badajoz, dejando a la derecha el Polvorín, se le une por fin a su diestra una nueva vega, el Arroyo de Badajoz le dicen, o de Tres Arroyos, o antiguamente llamado de Mañoca, o de San Gabriel, que antaño movía molinos y que puente lo atravesaba para que los Obispos tomaran posesión de la Diócesis Pacense.

Ya poco queda; a la vista del Molino de la Tarasca se funde con su arroyo hermano, el Calamón, yendo juntos a morir, no sin antes abrazar el Cabezo de la Muela o del Monturio, al Río de Ana…

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