Observamos en foto en blanco y
negro la pintura que está en la Sala de Batallas del Monasterio de San Lorenzo
del Escorial, concretamente en el 9º paño de la pared Norte, en la que se ve
representado el campamento de Doullens de Felipe II en 1558, que nos puede dar una idea de como fue visualmente el alarde y revista general que Felipe II pasó a sus tropas en la
dehesa de Cantillana el 13 de junio de 1580.
Tras la muerte del rey Sebastián
I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir de 1578 sin herederos directos que
le sucedieran, el trono de Portugal fue ocupado por su tío-abuelo el cardenal
Enrique I el Casto. A la muerte de éste en enero de 1580, también sin
herederos, sobrevino una crisis sucesoria en el país.
Felipe II añoraba, como sus
antecesores, la anexión a la corona española del reino de Portugal, y tenía
derechos dinásticos gracias a su madre Isabel de Portugal, hija del rey luso
Manuel I.
Se formó un consejo de regencia en
Portugal favorable a entregar el trono al rey español, sin embargo, Antonio, Prior
de Crato, un hijo bastardo del infante Luis de Avis y, por tanto, nieto de
Manuel I, se proclamó rey en junio de 1580. Felipe II estaba preparado, y llamó
a sus mejores hombres de armas a Badajoz para entrar en Portugal y hacer
prevalecer sus derechos dinásticos.
Los virreyes de Nápoles y Sicilia
aprestaron tercios y galeras, levantando en Toscana y Umbría 4.000 Infantes que
mandaría Pedro de Médicis.
El Conde de Lodron alistaba 6.000
lansquenetes, que por Milán vendrían a embarcar en Génova.
A la vez que 72 capitanes
recorrían la península para levantar 14.000 Infantes que se organizarían en Tercios.
Estas tropas inicialmente fueron
concentradas en Andalucía con el pretexto de que luego realizarían operaciones
militares en África.
Para el mando de las tropas el
Rey volvió a confiar en el ya anciano Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo
y Pimentel (1507-1582), vencedor de la Jornada de Túnez, de Muhlberg y de
Gemmingen. Era el mejor general de su época y uno de los mejores de la historia. Auténtico
señor de la guerra, famoso e intrépido pero, al mismo tiempo, brutal,
implacable y severo al extremo.
Aceptado el encargo se dirigió a
Llerena, lugar de concentración de las tropas, donde también llegaron Sancho
Dávila, nombrado ya Maestre de campo general y el Marqués de Santa Cruz, Álvaro
de Bazán y Guzmán (1526-1588), para concertar el plan de operaciones combinadas
de mar y tierra.
El Rey sale de Madrid el 5 de
marzo para Guadalupe, a donde llegó el 24. Entró en Mérida el 4 de mayo.
En estos comienzos de mayo sale
el Duque de Alba de Llerena para Badajoz, hacia donde fueron concentrándose las
tropas, exceptuando los tercios de Martín de Argote y Rodrigo de Zapata, que
marcharon a Cádiz para embarcar en la escuadra del Marqués de Santa Cruz.
Francés de Álava, que era el
general de Artillería, se daba prisa para que se reuniesen a tiempo las piezas
traídas de Italia a Gibraltar y las costas andaluzas.
La corte Real estuvo 15 días en
Mérida, continuando luego hacia Badajoz, haciendo una parada para descansar en
el convento extramuros de San Gabriel, antes de entrar en Badajoz el sábado 21
de mayo.
El antiguo convento de San
Gabriel se edificó alrededor de 1520, en la meseta que hay a la falda de la
colina de los Montitos de la carretera de Sevilla, situada a unos dos
kilómetros del puente del mismo nombre, arroyo arriba, y en su margen
izquierda. Todavía subsiste la edificación, aunque muy reformada al convertirse
en depósito militar de pólvora.
Salió la Ciudad a recibir al Rey
fuera de la puerta de Santa Marina, entrando el Rey, la Reina, el príncipe D. Diego,
el Cardenal infante Alberto, el obispo de pontifical con el cabildo y demás
eclesiásticos.
La puerta de Santa Marina estaba
situada aproximadamente en la actual plaza de los Dragones Hernán Cortés, y era
la puerta principal de la Ciudad, por donde entraban las personas ilustres bajo
palio, recorriendo después de forma recta el camino hacia la Catedral.
En el campo de San Francisco
había fuentes, frutales, con diversión de festejos.
Para poder imaginar con más
detalle como debió ser el recibimiento y la entrada de la comitiva, podemos
remitirnos a lo ya descrito para la entrada de 1576 del rey de Portugal D.Sebastián.
Al llegar al campo de San Juan,
había varios arcos de diferentes hierbas, flores y pinturas.
Cuando llegaron a ver la Cruz se
desmontaron y siguieron la procesión hasta la puerta, adonde en un majestuoso
sitial hicieron adoración a la Cruz que en manos tenía el Obispo, y habiendo
entrado en la Iglesia, y cumpliendo lo que dispone el ceremonial, fueron por
las calles principales a su aposento, y después el cabildo besó la mano al Rey.
El Rey se alojó en la casa
solariega de Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa, llamado “El Viejo”, Señor de
la casa de Fonseca, del Mayorazgo de las Tercias del Obispado de Badajoz, de la
Lapilla y de Guadalperal, Caballero de Santiago, Aposentador Mayor de Castilla
y Alcaide de la Fortaleza de Azagala, entre otras cosas.
El palacio ocupaba casi la
totalidad de una gran manzana que daba a la por entonces Plaza de los Fonsecas,
actual plaza de la Soledad, entre la calle Portería de Santa Ana (actual calle
Duque de San Germán) y San Agustín (actual José Lanot).
La Casa de los Fonsecas tuvo gran
arraigo en Badajoz. Tiene su origen en el portugués Pedro Rodrigues da Fonseca
(c.1330-1419), alcalde mayor de Olivenza y descendiente de los primeros linajes
de Portugal, 10º nieto del rey Ramiro II de León, exiliado de Portugal y origen
de la estirpe de los Fonseca de Badajoz.
En la crisis sucesoria de
Portugal de 1384, Pedro Rodrigues da Fonseca se puso a favor de Juan I de
Castilla y su mujer Beatriz, hija del fallecido Fernando I y Leonor Téllez de
Meneses. Esta crisis ya la comentamos cuando vimos la historia de la caldera del portugués.
Como hemos dicho, Pedro Rodrigues
da Fonseca era el alcalde mayor de Olivenza, y en 1388 aguanta un asalto de
Joao I de Portugal, pero en las treguas de 1389 se estipula que Olivenza sea
devuelta a Portugal.
En 1390 tuvo que dejar Portugal
perdiendo definitivamente sus posesiones en Olivenza y otras villas y que
poseía en señorío. Recibe de Juan I de Castilla una serie de propiedades y
rentas, entre las que se encuentra las “tercias del Obispado de Badajoz”, para
compensar en parte sus pérdidas de Portugal. Además sería nombrado posteriormente
Guarda Mayor y Capitán de la Guardia Real y Aposentador Mayor y de su Consejo.
Tuvo 9 hijos, a los que transmitió en su testamento el valor de la honra como
un patrimonio a conservar por sus hijos y transmitir a las generaciones
futuras. Sus descendientes harán de este documento un emblema de las cualidades
del linaje Fonseca.
Las tercias reales son un ingreso
concedido por la Iglesia a la Corona consistente en dos novenos de los diezmos
eclesiásticos recaudados por la misma. La Corona podía enajenar en favor de
algún noble estas Tercias, como ocurrió en este caso con las Tercias del
Obispado de Badajoz.
Su hijo Juan Rodríguez de Fonseca
(c.1390-), Guarda Mayor del Rey Juan II de Castilla y de su Consejo Privado,
constituyó el 1 de abril de 1468 mayorazgo con las Tercias de Badajoz,
convirtiéndose así en el 1º Señor de las Tercias del Obispado de Badajoz.
Los mayorazgos, en principio,
permitían mantener un conjunto de bienes vinculados entre sí de manera que no
pudiera nunca romperse este vínculo. Los bienes pasaban al heredero,
normalmente el mayor de los hijos, de forma que el grueso del patrimonio de una
familia no se diseminaba, sino que sólo podía aumentar.
Aprovechemos la ocasión para
hacer un pequeño recorrido por los sucesores del Señorío de las Tercias de
Badajoz y dar algunos apuntes de la Casa de los Fonseca en Badajoz.
Le sucede como 2º Señor de las
Tercias del Obispado de Badajoz su hijo Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa,
guarda mayor de los Reyes Católicos y de su consejo, alcalde mayor de Badajoz.
Su hijo Cristóbal Rodríguez de
Fonseca y Manuel de Villena, 3º Señor de las Tercias de Badajoz, fue también alcaide
mayor y guarda mayor de los Reyes Católicos. Murió en 1489 sin descendencia.
A la muerte de Cristóbal, le
sucede al frente de la casa de Fonseca su hermano Juan Rodríguez de Fonseca y
Manuel de Villena, 4º Señor de las Tercias de Badajoz, también alcalde mayor de
Badajoz, procurador a Cortes, y Contino de los Reyes Católicos, asistiendo a la
toma de Granada en 1492 llevando pendón real. Este es el padre de nuestro
anfitrión de Felipe II en Badajoz Pedro Rodríguez de Fonseca y Ulloa, 5º Señor
de las Tercias de Badajoz.
Pedro Rodríguez de Fonseca y
Ulloa unió en 1546 al Mayorazgo de las Tercias del Obispado de Badajoz,
entre otras propiedades, las casas principales y accesorias de Badajoz, la
cerca del monasterio de San Agustín y otras rentas diversas. Además dejó
escrito la obligatoriedad de que los herederos del Mayorazgo llevaran el
apellido y armas de los Fonseca. Las primitivas y puras armas de este linaje
son de oro, con cinco estrellas de gules, puestas en sotuer o aspa.
Se casó con Beatriz de Figueroa, nieta de Lorenzo Suárez de Figueroa y Mendoza, nuestro famoso embajador en
Venecia, cuya lauda sepulcral podemos admirar en el claustro de la Catedral. Se
entronca aquí dos de las familias más notorias de nuestra Ciudad.
Lorenzo Suárez de Figueroa y
Mendoza, que se casó con Isabel de Aguilar, no tuvo descendencia de este
matrimonio, pero fuera de él, además de a Gonzalo Ruiz de la Vega, padre de Beatriz de Figueroa, tuvo a Leonor Laso de la
Vega y Figueroa, abadesa fundadora en 1518 del convento de Santa Ana, donde
como veremos serán enterradas las entrañas de Ana de Austria, esposa de Felipe
II.
La familia Fonseca era patrona
del convento, donde también está enterrado uno de los 12 hijos de Pedro
Rodríguez de Fonseca y Beatriz de Figueroa llamado Cristóbal de Fonseca,
fallecido en 1583. Actualmente su lápida sepulcral de mármol con la inscripción
latina y su escudo nobiliario así como la de su mujer Beatriz Manuel de Solís
está en el presbiterio.
Lorenzo Suárez de Figueroa y
Mendoza dejó un mayorazgo heredado por su nieta Beatriz de Figueroa, que pasaría a otro de
los hijos que tuvo con Pedro Rodríguez de Fonseca llamado Lorenzo de Figueroa y
Fonseca, que por este motivo antepuso el apellido de su madre al de su padre.
Esta es la explicación de porqué la capilla mandada construir por Lorenzo
Suárez de Figueroa y Mendoza en 1501 en la Catedral, y donde estuvo originariamente
su lápida y sepulcro nunca usado, pasó a llamarse capilla de los Fonseca, ya
que a esta familia pasó la propiedad y patronazgo de esta capilla.
De otros hijos de Pedro Rodríguez
de Fonseca y Beatriz de Figueroa, tenemos noticias del canónigo de la catedral
Sancho de Fonseca, fallecido en 1600, que gracias a su Fundación se creó la
primera escuela pública de Gramática en Badajoz en 1610; de Antonio de Fonseca,
caballero de Alcántara y alcalde mayor de Badajoz, y de Alonso de Fonseca,
caballero de Santiago y alférez mayor de Badajoz.
El hijo heredero de la Casa de
los Fonseca fue Juan Rodríguez de Fonseca y Figueroa, que será 6º Señor de las
Tercias de Badajoz. Participó en la jornada de Inglaterra de 1588 junto con su
hijo Gonzalo Rodríguez de Fonseca y Manrique de Figueroa, que falleció en esta
campaña.
Otro hijo de éste y nieto del
anfitrión de Felipe II, llamado Pedro Rodríguez de Fonseca y Manrique de
Figueroa, que será 7º Señor de las Tercias de Badajoz, se le concederá el
título de Marqués de Orellana en 1610 (Su madre era la 9ª Señora del mayorazgo
de Orellana la Vieja).
Al morir sin descendencia el Marqués de Orellana, pasó el título a su primo hermano Pedro Rodríguez de Fonseca y Figueroa, 2º Marqués de Orellana y 8º Señor de las Tercias de Badajoz.
Costados de Pedro Rodríguez de Fonseca, I marqués de Orellana, caballero de Alcántara, gentilhombre de boca de Felipe III |
Al morir sin descendencia el Marqués de Orellana, pasó el título a su primo hermano Pedro Rodríguez de Fonseca y Figueroa, 2º Marqués de Orellana y 8º Señor de las Tercias de Badajoz.
A causa de un pleito sobre el
mayorazgo de Orellana la Vieja en 1643, Felipe IV renombra el título de Pedro
Rodríguez de Fonseca y Manrique de Figueroa con el nombre de Marqués de la Lapilla,
y es esta la razón por la que el palacio de Badajoz de los Fonseca pasó a
llamarse palacio de los Marqueses de la Lapilla a partir de entonces.
El palacio fue casa del General
de la Caballería en la Guerra de Restauración portuguesa. En 1639 la torre que
hacía esquina entre la plazuela y la calle que va a San Agustín estaba muy
deteriorada y con hendiduras, amenazando ruina.
Sufrió la desamortización de
Godoy de 1798 (que poco antes había sido adquirido por el Rey para instalar un
cuartel), para así conseguir dinero para la guerra con Inglaterra, vendiéndose
por lotes, aunque ya el año anterior el marqués de Lapilla y Monasterio había
cedido una casa, seguramente perteneciente al palacio, al gobierno, para redimir
la obligación de pagar el servicio de lanzas por la Grandeza de España que
disfrutaba el Marquesado de la Lapilla desde 1780, destinándose a oficinas de
Hacienda).
Lo que quedaba del palacio será
derribado en 1856 por su estado ruinoso, abriéndose así el espacio de la plaza.
Pocos años después, en los años 80 de este siglo XIX comenzaron a construirse
edificios en la parte donde estaba el antiguo palacio, de los cuales sólo queda
de esa época el que fue Banco de España, Consejería de Agricultura y actualmente
Conservatorio de Música.
Continuará...
1 comentario:
Impresionante articulo una vez mas.
un cordial saludo
IANTT- Jesús
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