Felipe II |
Estamos en la época de los
famosos Tercios españoles. Los Tercios eran una unidad militar móvil del
ejército español durante el reinado de los Austria. Su reputación se extendió
por toda la vieja Europa: era la unidad más mortífera y expeditiva de los
ejércitos regulares modernos y cubrieron la etapa más brillante de los anales
militares españoles. La hegemonía de los tercios españoles se fraguó en el
siglo XVI y se consolidó en el XVII. En esta época mezclaban picas y armas de
fuego, pues sus compañías estaban compuestas por piqueros y arcabuceros.
En la dehesa de Cantillana se van
a reunir un total de once tercios: cuatro de elite (uno alemán y tres italianos),
que tendrán la responsabilidad de los combates, y siete tercios bisoños (reclutas o soldados sin
experiencia), que estaban destinados a ocupar posiciones y guarnecer las plazas
conquistadas:
Pedro González de Mendoza |
Tercio de Nápoles (italianos
súbditos de Aragón, dentro de la casa de Austria), comandados por Pedro González
de Mendoza.
Tercio del Estado de Milán (súbditos
de la casa de Austria), comandado
por Pedro de Sottomayor. (Esta unidad pasó a ser conocida como Tercio de
Lombardía del ejército de Italia).
Tercio de italianos (mercenarios
de estados italianos no dependientes de la casa de Austria), comandado por Pedro
de Médicis.
Tercio de alemanes tudescos (mercenarios
católicos de origen germánico de estados no dependientes de la casa de Austria)
comandados por Jerónimo Lodron.
Tercios de bisoños: Como fuerza auxiliar se reclutaron siete dentro de
los dominios de Castilla y León, la mayoría castellanos, sin gran preparación
militar. Estas tropas de segunda línea estaban comandadas por Gabriel Niño,
Martín Argote, Luis Enríquez, Pedro de Ayala, Antonio Moreno, Diego de Córdova
y Rodrigo Zapata.
Durante su estancia en Badajoz,
el propio Felipe II hará el oficio de General de los ejércitos y todas las
noches dará la contraseña a los centinelas; también mandó disponer diversos
cuerpos de guardia por todo Badajoz y en el puente que separa un país de otro.
El 13 de junio de 1580 se va a
realizar la revista del ejército reunido en el llano de Cantillana, a una legua
de Badajoz. Se erigió para ello un tablado, vistosamente adornado.
El campamento de la dehesa de
Cantillana estaba guardado por una parte por el río Gévora. Por la parte que
mira a Portugal se fortificó con trincheras, además de haber un bosque, y el
Norte se guardó también con trincheras. Se hizo un campamento para cada nación,
con sus plazas de armas, de viandas y de mercados; y en el cuartel de la
infantería Italiana es donde se puso el tablado.
A las siete de la mañana de este día llegó el
Rey, con la Reina, el Príncipe, las Infantas y el Cardenal Alberto de Austria,
hermano de la Reina y toda la Corte, ocupando cada uno su lugar.
El Duque de Alba se acercó a
donde estaba el Rey acompañado del gran Prior Don Fernando su hijo, de don
Pedro de Toledo, Sancho Dávila, Luis Dovara, Hernando de Toledo, y de otros
muchos caballeros. Iba el Duque vestido de azul y blanco, sombrero con plumas,
espada y daga de plata. Le mandó el Rey subir al tablado, en donde le pusieron
una silla.
Sancho Dávila |
El duque de Alba le explicó la
disposición y colocación de las tropas; más tarde el Monarca, acompañado del
Duque y de Sancho Dávila, bajó del tablado y recorrió e inspeccionó detenidamente
a todas las unidades, la artillería, munición y material de toda clase,
quedando muy satisfecho y felicitando al General.
A continuación, una vez vuelto
Felipe II al tablado, las tropas, encabezadas por el maestre de campo del duque
de Alba, Sancho Dávila y Daza (1523-1583), apodado el “rayo de la guerra”, que mandaba la
línea, formaron en orden de batalla y realizaron magistralmente algunos
ejercicios.
El espectáculo fue imponente: la
variedad, riqueza y policromía de las armas, uniformes, estandartes, divisas y
arneses que brillaban sobre el verde campo primaveral y, sobre todo, la
admirable marcialidad, soltura, disciplina y aire de seguridad de aquellos
“magníficos señores soldados” que sabían que iban a la victoria, producía un
efecto emocionante.
Entraron en el campamento primero
los hombres de armas, y caballos ligeros, procedentes de Ciudad Rodrigo, donde
habían estado alojados para bajar después a Extremadura. Cada compañía era
guiada por su Capitán, todos ricamamente aderezados con muy galanes sayetes,
faldones, casacas, y penachos, en hermosos caballos. (Los sayetes eran una especie
de cota o túnica para la guerra)
Siguieron a estos las siete banderas
de Infantería Española, que vinieron de Sicilia, y Milán a cargo de Pedro
Sotomayor.
Tras ellas, doscientos jinetes de
la costa del reino de Granada y luego las cien lanzas de los continos, con su
Capitán don Álvaro de Luna, con sayetes de terciopelo morado, y franjas de oro
y seda.
Venía después el tercio de Luis Enríquez
de infantería Castellana, y detrás once banderas de infantería Española del Reino
de Nápoles, que traía cargo Pedro González de Mendoza, Prior de Ibernia, de la
orden de San Juan, y luego los tercios de Antonio Moreno, y Gabriel Niño y Pedro
de Ayala, que también se levantaron en Castilla.
El encargado de organizar el
campamento fue el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, que señalaba las
estancias y cuarteles a cada uno. (Diseñó y construyó algunos baluartes y fuertes
militares en Europa para la Corona Española durante la segunda mitad del siglo
XVI).
Llegó también Francés de Álava,
Capitán general de la artillería, con tres tenientes suyos, y el capitán Jacobo
Palearo (apodado el Fratin), ingeniero militar, seis gentiles hombres, un
Preboste y un Aposentador, los ingenieros de fuegos artificiales, artilleros, y
todos los oficiales necesarios para el servicio de la artillería, con sus cabos
y maestros. Traía don Francés seis cañones gruesos, cuatro medias culebrinas y
cuatro medios cañones todos encabalgados, con otros aparejos y encabalgamientos
de respeto, dieciséis falconetes todos encabalgados, veintisiete esmeriles también
encabalgados, y tres mil pelotas para los seis cañones, con la demás peletería
necesaria para las otras piezas, con las municiones convenientes e ingenios
necesarios, herramienta para los gastadores y provisiones para toda la artillería.
Eran los gastadores mil quinientos con sus armas en sus compañías, con sus Capitanes y banderas. Traía además Francés de Álava 50 barcas en carros para hacer puentes. Iban también con los mayordomos de la artillería, tenedores de bastimentos, comisarios y otros oficiales, cada uno en su lugar: y los carros y bagajes iban repartidos en escuadras con banderillas para ser conocidos y sus cabos que los guiaban: la demás artillería y municiones para ella, que era otra tanta, iba embarcada en la armada. Y para proteger la artillería venían cuatro banderas de infantería Alemana. Y toda la gente entró haciendo salves con la arcabucería.
Eran los gastadores mil quinientos con sus armas en sus compañías, con sus Capitanes y banderas. Traía además Francés de Álava 50 barcas en carros para hacer puentes. Iban también con los mayordomos de la artillería, tenedores de bastimentos, comisarios y otros oficiales, cada uno en su lugar: y los carros y bagajes iban repartidos en escuadras con banderillas para ser conocidos y sus cabos que los guiaban: la demás artillería y municiones para ella, que era otra tanta, iba embarcada en la armada. Y para proteger la artillería venían cuatro banderas de infantería Alemana. Y toda la gente entró haciendo salves con la arcabucería.
Una vez terminado el alarde y revista, se volvió el Rey a Badajoz, quedándose
el Duque en el Ejército.
Otro día pasaron por Badajoz el
regimiento de Alemanes, cuyo coronel era el Conde Jerónimo de Lodron, estando
el Rey mirándolos desde una ventana de su palacio. También paso Pedro de
Médicis capitán general de la infantería Italiana delante de ella, con sus tres
coronelías; cuyos coroneles eran Próspero Colona, que levantó sus gentes en
tierras de Francisco de Médicis gran Duque de Toscana, Carlo Espinelo, y Vicente Garrafa Prior de Ungria, que la hicieron en Nápoles, desde donde se
fueron al alojamiento de Cantillana.
El 27 de Junio, después de
haberse reunido todas las fuerzas de tropa y entregado Elvas, Villaviciosa
etc…, el campamento se puso en marcha, y en pleno orden de batalla desfiló
delante del Rey, que estuvo esperando en una elevación, haciéndosele salvas de
gruesos cañones, acompañadas de las de los cazadores y mosqueteros, y luego a
dos millas, en las proximidades del río Caya, se planteó el campamento.
Al frente el Duque de Alba con su
Estado Mayor; su hijo Fernando de Toledo, Maestre de la caballería; Sancho
Dávila; Francés de Álava, Maestre de la artillería;
A continuación la vanguardia de
infantería, con los destacamentos de los Tercios viejos españoles de Nápoles y
Lombardía, mandados por los Maestres de Campo Mendoza y Sotomayor.
A la derecha; los tres regimientos
italianos de los Coroneles Espinelo, Garafa y Colona, mandados todos
por su Capitán General Pedro de Médicis.
A la izquierda, las dieciséis
banderas de alemanes con su Coronel Jerónimo de Lodron.
En el centro; seguía el cuerpo de
batalla con la infantería española de Luis Enríquez, organizada en Andalucía, y
los Tercios nuevos españoles de los Maestres Zapata, Argote y Valencia.
A retaguardia los también nuevos
Tercios españoles de Ayala, Niño de Zúñiga y Moreno.
Terminaba la formación, venía numerosa
manga de arcabuceros españoles. Las unidades de esta especialidad de cada
Tercio flanqueaban el suyo respectivo, cubriendo también su retaguardia.
Los cuerpos guardaban entre sí
una distancia de ochenta pasos.
La artillería, que se componía de
cincuenta y siete piezas de todas clases, con sus sirvientes y tren
correspondiente, desfilaba entre la vanguardia y el cuerpo de batalla, conducida
por Francés de Álava.
El ejército de Felipe II se
apoderará de todo el reino en una rápida y brillantísima campaña.
Ana de Austria |
Al final de aquel verano se extendió a Extremadura la epidemia del Catarro que ya reinaba en Portugal y de ella estuvo gravemente enfermo el Rey, que recobró la salud. La Reina, que también la padeció, murió de ella el 26 de Octubre.
El Rey fue á pasar los primeros
días de luto al convento de San Gabriel, donde estuvo retraído algún tiempo.
Doña Ana de Austria había tenido
su último hijo el 14 de febrero de 1580, hallándose embarazada cuando murió. Se
enterró en el convento de Santa Ana de Badajoz. Aunque se ordenó que su
cuerpo se trasladara al monasterio del Escorial, al parecer sus entrañas y feto
fueron dejadas en el convento de Santa Ana.
El Rey salió de Badajoz para
Lisboa el 5 de Diciembre de 1580 enviando a Madrid a su primogénito el príncipe Diego y a las Infantas. (Al príncipe Diego de Austria le sorprenderá la muerte casi dos años después a
muy temprana edad, cuando tan sólo contaba con 7 años). El
título pasaría al siguiente de sus hermanos, el infante Felipe,
futuro Felipe III)
Seis meses fue Badajoz la sede
desde donde se dirigía la primera potencia Europea, y donde alcanzará el
Imperio español su apogeo, convirtiéndose en el primer imperio mundial, que tenía territorios en todos los
continentes del planeta tierra.
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